Añoro cuando faltar a clase durante una semana era recuperable en dos recreos.
Añoro cuando podía dejar todo para el último día y aun así hacer las cosas bien.
Añoro poder comer todo el chocolate del mundo sin nadie que me dijera que eso me iba engordar mucho.
Añoro jugar al escondite, al pilla pilla y a las construcciones. ¡Liebre!
Lo sé, añoro tonterías, pero es que ¡era tan fácil así!
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