Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

lunes, 19 de mayo de 2014

Trucos para ser una chica dura. Capítulo III

Ya había escrito antes algunos trucos para ser una chica dura. Aquí los continuaré en un capítulo especialmente dedicado a contener las lágrimas:

domingo, 4 de mayo de 2014

May the Fourth be with you.

La primera vez que le vi no se me paró el corazón ni sentí mariposas en el estómago. No fue amor a primera vista, ni a segunda ni a tercera. Y ahora que tengo un vestido nuevo de (cuadro de) "El Beso" de Klimt supongo que es fácil asumir que voy a dejar de ir al gimnasio. No es que no me guste, me encanta correr hasta sudar y poder leer en el mientras tanto. Porque, al contrario que la bicicleta (dinámica), la elíptica es estática y puedes evadirte mientras haces deporte.

Tampoco es como que haya dejado de mirar las estrellas y caminar lento cuando vuelvo a casa de noche. Soy miope, no tonta. Las miro y nunca dejo e pensar en ti. (En contra de lo que puedas pensar, ti (cuando se trata de estrellas) siempre es mi abuela). Pienso en ti y en la muerte. Y cuando me empiezo a agobiar, camino más rápido. Para olvidarme de la muerte, que no de ti.

Os debía muchas explicaciones, a ti, a él y a todos vosotros en general, y me he venido por las ramas para irme por la puerta grande. Supongo que ya sabes cuánto me gusta irme y venirme a mis anchas (que no estrechas).

Si te compras un perro idéntico al que se te murió corres el riesgo de acabar asumiendo, con los años, que siempre fue el mismo. Un perro muy longevo, de dos vidas perrunas. Hasta que, claro está, el perro 2 no es tan bueno (o malo) como el perro 1 y echas de menos algo que jamás va a volver.

No sé si duele de las rupturas el pensar que no vas a volver a ver a alguien a quien podrías volver a ver cuanto quisieras (si quisieras, tú y él o ella, ambos, claro está) o el tiempo "perdido" (digamos, mejor, desaprovechado) a su lado.

De la muerte me rompe el corazón pensar que no puedo volver a ver a esa persona, objeto o animal nunca más. Salvo en fotos. Pero no se puede abrazar una foto. Y mucho menos una foto va a darte consejo.

La muerte. la muerte. LA MUERTE. Ni que fuera invierno y yo estuviera escuchando la lluvia (y alguna otra canción). Hablo de la muerte como si los árboles no estuvieran en flor ni los animales dormilones despertando. Y pienso en la vida. en mi vida, en qué estoy haciendo con mi vida.

El otro día vi una pastelería que me hizo replantearme mi vocación ingenieril (¡a 5 asignaturas y el proyecto de terminar!). Pensé que yo podría ser esa mujer tan feliz que, desde el otro lado del mostrador, le explicaba a mi amiga que las magdalenas de Red Velvet estaban fresquitas y seguro que le gustarían. Y, por si eso fuera poco, en el mostrador había una botella de agua fresquita y vasos de plástico para que te sirvieras sin tener que pedir permiso.

¡Agua sin racionar en un establecimiento! ¡Tanta como quieras! ¡Y con una sonrisa! Y yo sigo despertándome, poniéndome el primer pantalón y la segunda (o tercera) camiseta que encuentro y bajando al mismo lugar. Siempre al mismo lugar.

¿Os he contado que me he ido de crucero? Tengo en mente escribir una entrada algo más extensa al respecto, la entrada que me hubiera gustado encontrar antes de embarcarme (jijiji) en aventura tal. Viajar en barco es una experiencia maravillosa. Asomarse por la barandilla una vez ha anochecido es entender que si te caes, te mueres. Y, créeme, nunca había sentido mi muerte tan cerca. Un empujón, y al agua. A 100 metros de donde te encuentras. Y en total oscuridad.

Es probable que bajaran un bote salvavidas e intentaran rescatarme, pero después de haber visitado el Oceanográfico de Valencia (y de haber visto sus tiburones desde arriba pagando una entrada especial que os recomiendo con creces), yo , sinceramente, no tenía muchas ganas de tirarme.

Otra cosa bonita es mirar las estrellas. En este pueblo en el que vivo (¿lo llamaré algún día mi pueblo o seré siempre una ciudadana de ciudad encerrada en el pueblo de una pueblerina?) hay menos estrellas. Infinitas menos 6 o 7, porque hay mucha luz. En el barco, de noche, hay muchas estrellas.

Os confieso que sentía pertenecer a otro mundo cuando todos mis congéneres se contoneaban a ritmos repetitivos con música fuerte y yo sólo quería subir a ver las estrellas.

Tienen algo, las estrellas. Están tan lejos, se dejan mirar tan bien, vienen todas las noches del año sin falta. Están tan cerca, se esconden tan bien (en las noches nubladas), faltan en las noches de ciudad (o de alumbramiento artificial). Mirar (a) el cielo siempre me hace pensar.

Pensar en lo pequeña que soy (más o menos mediré 1/30 lo larga que es la muralla china, y seguro que eso no puede verse desde el espacio). Y sin embargo, cómo duelen. Cómo duelen mis penas. Mis penas que, por correspondencia (no postal) deben ser tan pequeñas como yo.  Qué penas. Qué pena. ¡Qué pena!

No te lo había contado, pero también me he comprado una sudadera de estampado (de cuadro) de "La Noche Estrellada" de Van Gogh. Si tuviera que tener un cuadro favorito de Van Gogh, probablemente sería ése. Quizás por lo famoso que es, tal vez por lo bonito que dibujó Van Gogh el cielo.

Ojalá pudiera quedarme toda la noche en vela mirando estrellas (con mi jersey de "La Noche Estrellada" y mi vestido de "El Beso").

Hoy he pensado. (¿Punto y final como si no soliera o soliese pensar? ¡claro que no!).

Hoy he pensado cuándo tendré tiempo "libre". Y me he dado cuenta de que no será hasta dentro de (si Dios quiere, sólo) 2 años. Si no tienes un sentido de la responsabilidad tan desarrollado como yo (y una capacidad de procrastinar tan grande), probablemente no me entiendas.

Te lo explico: de aquí a Julio tengo que aprobar 4 asignaturas y entregar el proyecto de fin de grado. En septiembre tengo que aprobar otra. Si todo sale bien, en octubre (después de hacer el papeleo pertinente), entraré al máster.

El máster será igual que la carrera, sólo que esta vez durará 2 años y no habrá más presión de tener que aprobarlo todo antes de septiembre del segundo año que la de querer entrar en el mercado laboral.

Y hasta entonces, ¡claro que tendré días en los que pueda no hacer nada! (tal y como estoy haciendo ahora) Pero serán días. No meses o periodos sin fin aparente.

Echo mucho de menos los veranos de secundaria y bachillerato en que me comía los libros con los dedos gordos de las manos y hacía pasteles con las orejas. Y me daba tiempo hasta de aburrirme.

Añoro tener tiempo libre suficiente como para aburrirme. Y no esta constante mosca detrás de la oreja que me insta a divertirme mucho y rápido, porque mañana tendré que estudiar. Mañana tendré que trabajar. Mañana tendré que terminar un proyecto. Mañana tendré que ir a clase.

Mañana tendré que vivir la vida elegida con ganas y sin pensar. Porque si pensara mucho quizás acabaría creyendo que merece la pena tardar 7 años en sacar algo que "dura" 6 si con eso consigues tener mucho tiempo libre cada año.

Ayer vi una chica sentada en una calle de esta ciudad dibujando. Pintaba muy bien. Pintaba retratos, cuerpos, animales. Cuando pasé por primera vez eran las 5. Cuando pasé por segunda vez ella ya recogía, y eran las 9 menos 20 (de la noche). Quizás ella no me entendería si le dijera que no voy a tener tiempo libre hasta dentro de dos años.

Vivo normalmente estresada y anormlamente tranquila. Cuando no estoy estresada me preocupo por no estar preocupada. Me preocupa tanta calma: ¿cómo puedes estar tan tranquila teniendo examen de Distribución de Energía Eléctrica en Julio y aún no sabiéndotelo de "pé a pá"? Ojalá yo pudiera entender la vida como creo que ella la entiende.

Expresando lo que siento en persona y en el momento, sin necesidad de ganar todas mis batallas verbales en la ducha unas cuantas horas después. No tengo empatía "de cara al público". Me duelen los problemas que me cuentan y trato de ayudar a las personas, pero me cuesta tanto expresar lo que yo siento.

Un día una amiga me dijo de broma que, si nos encontrábamos en el futuro y mi vida era una mierda y yo estaba muy mal, sólo se daría cuenta mirándome a los ojos porque tenía (casi) la total certeza de que yo no lo contaría.

¿De dónde sale la creencia de que expresar los sentimientos es debilidad? Cierto es que se los expreso a 1 persona. Quizás a veces a dos. Pero es tan complicado.

Últimamente me planteo (sobre muchos temas) si nuestra actitud (la de la sociedad en general) viene de una herencia cultural inamovible o es propia de cada uno (e independiente). Yo qué sé. ¿Creemos todos que llorar es signo de debilidad? ¿Queremos todos ser rescatados? ¿Somos todos nuestros propios caballeros andantes? ¿De verdad hay personas que piensan que otros seres humanos son menos (o peores) que ellos?

¿Por qué da asco ver a alguien moquear pero da pena verlo llorar? ¿Cuándo dejaré de acordarme de ti al mirar las estrellas? ¿Cuántos tienen que venir antes del verdadero? ¿Cuántas lágrimas derrama la persona media en una vida? ¿Cuántas de esas lágrimas son verdaderas? ¿Se puede romper un corazón? ¿Cómo podemos seguir vivos después de un corazón roto? ¿Acaso no es el corazón el que bombea toda nuestra sangre? ¿Qué clase de superpoderes tiene para lograr seguir adelante aún cuando unas palabras lo han atravesado más dolorosamente que flechas?

¿Cuántas veces tendré que corregirle a siri que "el de" no siempre  es "él dé" y a veces sólo quiero decir "el de" sin acento alguno? Y, lo que es más importante, ¿cuántas preguntas sin respuesta me he planteado/me plantearé en esta vida?

(Pero ahora soy incapaz de dejar de sonreír en cuanto le veo).

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