Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

miércoles, 31 de diciembre de 2014

En su boca

En su boca mi nombre resuena fuerte, suena bonito. Suena admirable, porque así me ve él.
En su boca crecen las ganas. Como un agujero negro, todo él me atrae hacia su boca.
En su boca las horas se hacen minutos y ojalá tener un giratiempo para poder pasar las horas en su boca y a la vez perderme en el abismo de sus ojos.
En su boca los dientes son parte del paisaje; de un paisaje que conozco tan bien que parece que lo lleve recorriendo a diario toda mi vida.
En su boca me atrapan sus labios y yo me dejo atrapar; ni diez segundos en su boca necesito para desarrollar Síndrome de Estocolmo con esa cavidad.
En su boca su lengua me roba el tiempo y cuando me quiero dar cuenta he perdido los segundos, los minutos, la horas y hasta el juicio.
En su boca reconozco cada pliegue y mi lengua se pasea como Pedro por su casa.
En su boca siempre soy bienvenida con ganas, con una sonrisa; a veces casi con urgencia.
En su boca me pierdo, me pierde su boca. Me pierden las ganas por su boca. Me gana su boca una y otra vez. Me gana él.
En su boca violamos las leyes de la Termodinámica los sábados, pero generamos doble cantidad de entropía de lunes a viernes.
En su boca nuestras lenguas luchas con la entropía, contra el orden.
En su boca desaparece el espacio tiempo porque un minuto en su boca consigue borrar el recuerdo de siete días de soledad, pero siete horas en su boca saben a un minuto.

[Brindemos por un 2015 en que me pierda en su boca mínimo una vez al día].

sábado, 8 de noviembre de 2014

Mariposas





[Hoy venía a hablar de lo que yo llamo Síndrome del Apocalipsis, pero unas mariposas del estómago han decidido que hable de lo bonita que es la vida. Y deje dicho Síndrome para otro día. ]

Nunca deja de sorprenderme que existan humanos capaces de sustituir (para bien) los recuerdos que asociabas a una determinada canción. Un día llegué a dar por perdidas las canciones que solíamos escuchar, ahora he descubierto que son recuperables.

Lo siento. Hoy todo es él. Tengo mi vida en mis manos. Y qué vértigo. He aprendido que el truco estaba en echar de menos los momentos, pero no la persona. Los momentos son repetibles.

I don't know what this is or what this means, but I'd rather be with you than alone. Y si le prefieres a la soledad, es él.



Ojalá vosotros también sintáis el aleteo de mariposas en el estómago de vez en cuando. Da miedo, produce vértigo, marea, nubla la vista. Pero qué tremendamente genial es.


lunes, 25 de agosto de 2014

Cocinando macarrones.

[ -¿Cuánto queso es mucho queso?
-Nada. No existe una cantidad física imaginable de queso que llegue a ser mucho queso. Todo queso es poco queso. ]

Y con tantas otras cosas igual. (Chocolate, amor. Con el chocolate, amor, pasa lo mismo). 

Me olvidaste, ¿recuerdas?

Recuerdo cuando venía aquí a contar mis penas y las cosas que me estresaban. Recuerdo cuando dejé de hacerlo porque encontré un hombro físico en el que llorar; y recuerdo cuando volví a hacerlo porque las cosas ya no eran lo mismo. 

Recuerdo que aprendí a contar cómo me sentía y recuerdo que me enseñé a analizar mis sentimientos. 

Recuerdo que hubo una época en la que una mirada lo decía todo, nos sobraban las palabras aún cuando nos quedábamos sin ellas. 

Recuerdo, recuerdo, recuerdo. Recuerdo que recuerdo. Y recuerdo; ¡qué recuerdos! Te recuerdo, me recuerdo y nos recuerdo. Recuerdo que olvidaba muchas cosas y que me recordabas a veces a mis olvidos. 

Me recuerdo olvidadiza y feliz. 

Opino. 

Opino que el tiempo platoniza mis recuerdos. Que los recuerdos no son tan nítidos como quiero creer. Que he borrado las sombras y ni siquiera este filtro de brillo y luminosidad me aclara todas las dudas. 

Opino que me queda muy poco tiempo para acabar la carrera y en todos estos años no he aprendido. Una mierdas. He aprendido que los procesos quasiestáticos son irrealizables; que la energía ni se crea ni se destruye, que sólo se transforma. He aprendido que también se puede sobreoscilar en torno al cero. Y que las condiciones de contorno importan. Mucho. 

Y concluyo. 

Concluyo que fuimos demasiado lento, que fuimos quasiestáticos y que eso nos hizo irrealizables. Concluyo que toda la energía que fue no ha dejado de ser pero, desde luego, ya no somos nosotros. Yo seré y tú serás; cada uno con su energía puesta en otras cosas, en otros lugares, en otras personas. 

Concluyo que sobreoscilar a veces es bueno, que todos ansiamos encontrar el equilibrio, pero que para delta igual a uno nunca dejaríamos de sobreoscilar; y eso nunca debimos permitirlo. 

Concluyo que no nos integramos bien y supongo que la culpa fue de las condiciones de contorno, porque como incógnita, éramos integrables. 



[Qué traicioneros son los tiempos verbales a veces. Se escapan presentes que son pasados que quisieron ser futuros.
¡Malditos sean los tiempos verbales! Hoy se me ha escapado un somos. Un somos que quería ser y creía ser, pero no fue. Un quiero y no puedo de los futuros. Un pasado más. 

viernes, 22 de agosto de 2014

Galleta más grande que el corazón.

-Toma. No te doy mi corazón porque me moriría al sacarlo, pero te regalo esta galleta más grande que la palma de mi mano. Y para el caso es lo mismo.

lunes, 28 de julio de 2014

Medio ambiente.

He perdido una certeza de tanto pensar. Y las que quedan están resquebrajadas. Ajadas. Deshechas. Me muero por dentro. Mi cuerpo es un vertedero de pensamientos pasados. Perdón, ahora se los llama depósitos controlados. Un deposito controlado de "pudo ser y no fue's". Una acumulación de historias marchitas. Los despojos del cerebro, que al vertedero no puede pasar nada que no haya sido tratado previamente. Y los lixiviados que sueltan mis ojos forman descorrerías que se acumulan en el corazón. Me ahogo. Y a las autoridades sólo les importa tenerme vigilada treinta años más, no vaya a ser que explote. Treinta años porque con cincuenta una pierde las ganas de luchar. Los ideales se degradan y se crea un compost de ideas pasadas que nutre el suelo de un nuevo campo de golf.

Me muero. Soy inerte. Pensé que era un despojo y no soy más que el lugar al que tirar las escorias. Hay apisonadoras que recolocan el pasado. O lo intentan. Me aplastan y yo que quería ser baldosa. Duele la degradación del pasado y duele saber que esos restos de lodo nunca volverán a ser agua en una cita para dos. Y que esa cita para dos jamás será más que lodo en la orilla del recuerdo. Metáforas a las once de la noche. Empezamos mal.

Un movimiento en la tripa me recuerda a algo. ¿Mariposas? Ojalá. Sólo son arenas movedizas. Insertan aire para reutilizar luego los materiales. Calcio. Me hundo. Succión. Atracción. Repulsión. Todo es lo mismo. Aunque haya en el mundo mucha menos antimateria que materia. Aunque haya más granos que antigranos.

Busco a tientas lo que no pude hallar con los ojos. Conozco la textura del futuro deseado, pero este bolso es demasiado grande y está muy desordenado. Pero este mundo es demasiado grande y yo estoy muy desordenada. Encuentro ideas y las vuelvo a perder. Recuerdo personas y las vuelvo a olvidar.

Yo no he venido aquí a hablar de mi libro.
Yo no he venido aquí a hablar de mí.
Yo no he venido aquí a hablar.
Yo no he venido aquí.
Yo no he venido. Aquí.
Yo no.


(6 de mayo de 2013. 23:25. La Cristina del pasado nunca deja de sorprenderme con las cosas que ha escrito.)

martes, 22 de julio de 2014

(Querer) A la persona, no al concepto.

Hay una gran diferencia entre querer a la persona y querer al concepto de estar con alguien.

Y hemos de tener cuidado, porque los pasados que ya no están presentes contaminan posibles futuros, posibles presentes. Contaminan paseos, caminos, cafeterías, bancos con vistas a la nada, lugares y, sobre todo, futuros pasados.

¿Quién iba a pensar que seríamos capaces de romper promesas que nunca nos llegamos a hacer? He aprendido que un "para siempre" dura unos pocos meses; que también se pueden fingir los "tequieros" con ojos brillantes y besos ¿sinceros? He aprendido que está bien guardar un lugar especial para cuando llegue de verdad un para siempre duradero, porque luego será el único sitio al que ir cuando todos los demás estén atestados de recuerdos. He aprendido que también las promesas que no se hacen en voz alta pueden romperse un buen día; que no puedes confiar ni en tus ideas idealizadas, ni en tu sombra. Que pedir de vuelta un libro prestado puede ser una (mala) excusa para ver a alguien por última vez. He aprendido que cocinar para dos es mucho más fácil que cocinar para uno y que puedes quedarte dormida mirando fijamente a otros ojos. Me has enseñado bien.

Y ahora cuando hago sushi me sobra siempre la mitad, desayuno media pizza recalentada una vez a la semana. Me sobran las medias tintas y, 7 trozos de tarta después, empiezo a pensar que este agujero en el estómago no lo voy a conseguir llenar ni con comida. (¡Y yo que osaba considerarme experta en llenar vacíos existenciales con comida!)

Pero, ¿te cuento un secreto? Ahora yo soy mi profesora y este homeschooling impuesto por la vida me está enseñando a freír huevos sin quemarme y a cocinar fajitas sólo para 1. Ahora las agujetas me vienen de las sentadillas que hago a diario. Los ojos se me cierran después de leer 100 páginas de un libro cualquiera y he recuperado las ganas de tropezarme con el mismo tipo de piedra (otra piedra, misma caída).

Y es que, si lo piensas, hay una gran diferencia entre querer a la persona concreta y, simplemente, querer compañía.

domingo, 20 de julio de 2014

Hay muchos peces en el mar

-Hay muchos peces en el mar.
-Sí, pero ¿con cuántos nadarías?
-Es una pregunta difícil. Para los peces, nadar es algo muy serio. Tienen bebés nadando porque tiran por ahí sus óvulos y espermatozoides y los bebés pez se van formando ahí en medio. Así que creo que nadaría con muy pocos peces.

martes, 15 de julio de 2014

Mulán quiere ser la Bella Durmiente durante varios siglos.

A lo largo de mi vida me han dicho tantas veces que soy una chica fuerte que he acabado por creérmelo. Y ahora pienso que tengo que ser fuerte porque soy fuerte. Y no podría ser de otra forma.

Ojalá asimilara que no es necesario cumplir las expectativas de todas las personas que conoces. Ojalá interiorizara que no tengo que encajar en los moldes que cualquiera haya creado para mí.

Hace mucho tiempo que no pienso. Es decir, pienso mucho. En cosas sin importancia. Pienso en cómo resolver una ecuación, cómo llegar a un lugar físico o qué equipo ganará el próximo partido. Pero no pienso. Duele tanto pensar.

Hoy he pensado. No ha sido buena idea. Pensar no me ha llevado a ningún sitio. No sé nada. No sé qué quiero, no sé qué estoy haciendo, no sé qué voy a hacer. Sigo una rutina autoimpuesta que me permite ir aprobando asignaturas. Subo y bajo, estudio, leo, escucho música, hablo, sonrío, como, me ducho y duermo mientras contemplo todo desde fuera. Como si estuviera viendo un teatro protagonizado por mí.

No sé qué quiero. ¿No es aterrador darte cuenta de que, verdaderamente, no sabes qué es lo que quieres? Lo es, al menos a mí me lo parece. No puedo ser fuerte sin saber qué quiero. No puedo saber qué quiero sin saberme fuerte. Y ya no sé nada.

El día que entiendas eso de "que paren el mundo, que yo me bajo" ven a verme y te daré un abrazo, porque lo necesitarás. Lo necesitarás como yo necesito cuatro siglos de contemplación de techos y mirar al vacío (de mi interior).

No sé qué quiero. No sé si quiero. No sé, ¿quiero? Camino por el borde del precipicio mirando al frente, porque el suelo está demasiado lejos y yo no sé si quiero seguir subiendo o dejarme caer (en sentido figurado).

Creía que sabía lo que no quería, pero me han dicho que usar "pero, aunque y no" en la misma frase equivale a decir que sí con tu subconsciente (y que no con tu lenguaje). Y no sé si será verdad que digo que no cuando sí quiero, o si digo que sí pero es que no. No sé nada.

"Tienes que aprender a quererte antes de poder dejar que te quieran" Pero, ¿y si lo has desaprendido? ¿Y si no sabes ya nada? ¿Y si sólo quieres viajar al mundo perfecto de debajo del edredón y pasar los próximos 20 inviernos ahí debajo?

¿Es acaso no decir que no decir que sí? No lo sé. Me aterra el futuro tanto como el pasado, porque ya no sé qué quiero. Quiero todo y no quiero nada. Quiero tener 50 años, varios hijos entrando a la universidad y un par de perros que me quieran tanto como para cambiar de habitación conmigo incluso estando cansados y viejos. Quiero tener 2 meses y creer que el único y mayor sufrimiento que existe es tener hambre o sueño.

Qué miedo. Qué miedo da todo. Qué vértigo, para mal. Contemplar tu futuro desde arriba. ¿Cómo tienen los padres el coraje suficiente para traer hijos a un mundo que duele tanto, que sufre tanto, que llora tanto?

No sé cuándo dejé de saber. ¡Ni siquiera eso sé! El otro día le di esquinazo al destino porque me he enterado de que no viene cubierto de chocolate ni de queso gratinado, y no sé ya siquiera si quiero verle.

Antes escribía sabiendo qué quería contar, sabiendo que quería publicarlo, sabiendo qué decir en cada momento. Ahora no sé si quiero escribir, no sé qué quiero escribir. No sé si quiero ser leída, no sé qué quiero cenar, no sé con quién quiero soñar, no sé a dónde quiero viajar. No sé por qué tiene que estar sonando esa canción precisamente si la lista contiene más de 5000. No sé si, de estar sonando otra, también me parecería que es "esa canción". No sé cuántas canciones han dejado de ser canciones para ser "esas canciones". No sé cuántos rincones están tan contaminados de pasado que pasará tiempo antes de que pueda volver a pasar por ellos sin ahogarme en recuerdos. No sé calcular la cantidad de arroz que tengo que poner a hervir para hacer sushi para uno. No sé, no sé y no sé.

No sé qué echo más de menos. Si el pasado o el futuro que me había hecho a la idea que tendría. No sé qué me da más pena, lo que fue o lo que no pudo ser. No sé nada. No sé nada(, salvo que pensar duele).


(Toma una canción que me parecía preciosa)

viernes, 13 de junio de 2014

Pasa(palabra)

Han pasado las horas, el tiempo ha pasado de largo. He pasado página (más de 3000 veces: me he leído ya 5 libros desde ese día). He pasado mucho. He pasado de todo. (Por vivirlo o por ignorarlo, no lo sé). He pasado de pasar y has pasado (al pasado).

La primera vez que pasó yo creí que seguiría pasando mucho, mucho más. Hasta que el pasado no fuera más que recuerdos de eso que pasó. Ahora que todo ha pasado, paso por delante del presente y corro para llegar antes al futuro.

Te has pasado (al bando enemigo) y yo he pasado rozando el borde de un precipicio. Quizás me pasé de la raya. Quizás nunca fuimos capaces de pasar esa prueba. Quizás a ti se te pasó dejar de pasar tanto. Quisimos pasarlo todo a limpio, pasar de página, borrón y cuenta nueva. Nos hubiera venido mejor pasar a máquina los pasados, que pasados están, y pasar de todo lo demás.

Pasábamos los martes entretenidos en miradas, paso a paso, pasando de tonterías, pasando por tontos. Nos lo pasábamos en grande incluso pasando una enfermedad. Ahora pasas de largo y a mí se me pasa saludarte cuando nos vemos.

Pásame una taza de chocolate caliente y cuéntame; ¿qué nos pasó?

lunes, 9 de junio de 2014

Peso

-Dime una cosa, los recuerdos nunca se van del todo, ¿no?
-No. Puedes pasar meses tan tranquilo que volverán a aparecer un día, sin previo aviso.
-Ya me parecía.

[Es un peso en el pecho en cuanto careces de compañía un segundo. Es un torrente de pasados en cuanto liberas tu tiempo de pasatiempos aunque sea sólo por un instante.(D)es(-)amor.]

domingo, 8 de junio de 2014

Ella. Fin.

Solía despertarse con la sonrisa en las comisuras y unas cuantas esperanzas enredadas en el pelo. Sonreía a los madrugones y se levantaba de la cama de un salto. La vida era tan bonita que prefería vivir a dormir. ¿Para qué sirven los sueños cuando eres feliz al despertar?

lunes, 19 de mayo de 2014

Trucos para ser una chica dura. Capítulo III

Ya había escrito antes algunos trucos para ser una chica dura. Aquí los continuaré en un capítulo especialmente dedicado a contener las lágrimas:

domingo, 4 de mayo de 2014

May the Fourth be with you.

La primera vez que le vi no se me paró el corazón ni sentí mariposas en el estómago. No fue amor a primera vista, ni a segunda ni a tercera. Y ahora que tengo un vestido nuevo de (cuadro de) "El Beso" de Klimt supongo que es fácil asumir que voy a dejar de ir al gimnasio. No es que no me guste, me encanta correr hasta sudar y poder leer en el mientras tanto. Porque, al contrario que la bicicleta (dinámica), la elíptica es estática y puedes evadirte mientras haces deporte.

Tampoco es como que haya dejado de mirar las estrellas y caminar lento cuando vuelvo a casa de noche. Soy miope, no tonta. Las miro y nunca dejo e pensar en ti. (En contra de lo que puedas pensar, ti (cuando se trata de estrellas) siempre es mi abuela). Pienso en ti y en la muerte. Y cuando me empiezo a agobiar, camino más rápido. Para olvidarme de la muerte, que no de ti.

Os debía muchas explicaciones, a ti, a él y a todos vosotros en general, y me he venido por las ramas para irme por la puerta grande. Supongo que ya sabes cuánto me gusta irme y venirme a mis anchas (que no estrechas).

Si te compras un perro idéntico al que se te murió corres el riesgo de acabar asumiendo, con los años, que siempre fue el mismo. Un perro muy longevo, de dos vidas perrunas. Hasta que, claro está, el perro 2 no es tan bueno (o malo) como el perro 1 y echas de menos algo que jamás va a volver.

No sé si duele de las rupturas el pensar que no vas a volver a ver a alguien a quien podrías volver a ver cuanto quisieras (si quisieras, tú y él o ella, ambos, claro está) o el tiempo "perdido" (digamos, mejor, desaprovechado) a su lado.

De la muerte me rompe el corazón pensar que no puedo volver a ver a esa persona, objeto o animal nunca más. Salvo en fotos. Pero no se puede abrazar una foto. Y mucho menos una foto va a darte consejo.

La muerte. la muerte. LA MUERTE. Ni que fuera invierno y yo estuviera escuchando la lluvia (y alguna otra canción). Hablo de la muerte como si los árboles no estuvieran en flor ni los animales dormilones despertando. Y pienso en la vida. en mi vida, en qué estoy haciendo con mi vida.

El otro día vi una pastelería que me hizo replantearme mi vocación ingenieril (¡a 5 asignaturas y el proyecto de terminar!). Pensé que yo podría ser esa mujer tan feliz que, desde el otro lado del mostrador, le explicaba a mi amiga que las magdalenas de Red Velvet estaban fresquitas y seguro que le gustarían. Y, por si eso fuera poco, en el mostrador había una botella de agua fresquita y vasos de plástico para que te sirvieras sin tener que pedir permiso.

¡Agua sin racionar en un establecimiento! ¡Tanta como quieras! ¡Y con una sonrisa! Y yo sigo despertándome, poniéndome el primer pantalón y la segunda (o tercera) camiseta que encuentro y bajando al mismo lugar. Siempre al mismo lugar.

¿Os he contado que me he ido de crucero? Tengo en mente escribir una entrada algo más extensa al respecto, la entrada que me hubiera gustado encontrar antes de embarcarme (jijiji) en aventura tal. Viajar en barco es una experiencia maravillosa. Asomarse por la barandilla una vez ha anochecido es entender que si te caes, te mueres. Y, créeme, nunca había sentido mi muerte tan cerca. Un empujón, y al agua. A 100 metros de donde te encuentras. Y en total oscuridad.

Es probable que bajaran un bote salvavidas e intentaran rescatarme, pero después de haber visitado el Oceanográfico de Valencia (y de haber visto sus tiburones desde arriba pagando una entrada especial que os recomiendo con creces), yo , sinceramente, no tenía muchas ganas de tirarme.

Otra cosa bonita es mirar las estrellas. En este pueblo en el que vivo (¿lo llamaré algún día mi pueblo o seré siempre una ciudadana de ciudad encerrada en el pueblo de una pueblerina?) hay menos estrellas. Infinitas menos 6 o 7, porque hay mucha luz. En el barco, de noche, hay muchas estrellas.

Os confieso que sentía pertenecer a otro mundo cuando todos mis congéneres se contoneaban a ritmos repetitivos con música fuerte y yo sólo quería subir a ver las estrellas.

Tienen algo, las estrellas. Están tan lejos, se dejan mirar tan bien, vienen todas las noches del año sin falta. Están tan cerca, se esconden tan bien (en las noches nubladas), faltan en las noches de ciudad (o de alumbramiento artificial). Mirar (a) el cielo siempre me hace pensar.

Pensar en lo pequeña que soy (más o menos mediré 1/30 lo larga que es la muralla china, y seguro que eso no puede verse desde el espacio). Y sin embargo, cómo duelen. Cómo duelen mis penas. Mis penas que, por correspondencia (no postal) deben ser tan pequeñas como yo.  Qué penas. Qué pena. ¡Qué pena!

No te lo había contado, pero también me he comprado una sudadera de estampado (de cuadro) de "La Noche Estrellada" de Van Gogh. Si tuviera que tener un cuadro favorito de Van Gogh, probablemente sería ése. Quizás por lo famoso que es, tal vez por lo bonito que dibujó Van Gogh el cielo.

Ojalá pudiera quedarme toda la noche en vela mirando estrellas (con mi jersey de "La Noche Estrellada" y mi vestido de "El Beso").

Hoy he pensado. (¿Punto y final como si no soliera o soliese pensar? ¡claro que no!).

Hoy he pensado cuándo tendré tiempo "libre". Y me he dado cuenta de que no será hasta dentro de (si Dios quiere, sólo) 2 años. Si no tienes un sentido de la responsabilidad tan desarrollado como yo (y una capacidad de procrastinar tan grande), probablemente no me entiendas.

Te lo explico: de aquí a Julio tengo que aprobar 4 asignaturas y entregar el proyecto de fin de grado. En septiembre tengo que aprobar otra. Si todo sale bien, en octubre (después de hacer el papeleo pertinente), entraré al máster.

El máster será igual que la carrera, sólo que esta vez durará 2 años y no habrá más presión de tener que aprobarlo todo antes de septiembre del segundo año que la de querer entrar en el mercado laboral.

Y hasta entonces, ¡claro que tendré días en los que pueda no hacer nada! (tal y como estoy haciendo ahora) Pero serán días. No meses o periodos sin fin aparente.

Echo mucho de menos los veranos de secundaria y bachillerato en que me comía los libros con los dedos gordos de las manos y hacía pasteles con las orejas. Y me daba tiempo hasta de aburrirme.

Añoro tener tiempo libre suficiente como para aburrirme. Y no esta constante mosca detrás de la oreja que me insta a divertirme mucho y rápido, porque mañana tendré que estudiar. Mañana tendré que trabajar. Mañana tendré que terminar un proyecto. Mañana tendré que ir a clase.

Mañana tendré que vivir la vida elegida con ganas y sin pensar. Porque si pensara mucho quizás acabaría creyendo que merece la pena tardar 7 años en sacar algo que "dura" 6 si con eso consigues tener mucho tiempo libre cada año.

Ayer vi una chica sentada en una calle de esta ciudad dibujando. Pintaba muy bien. Pintaba retratos, cuerpos, animales. Cuando pasé por primera vez eran las 5. Cuando pasé por segunda vez ella ya recogía, y eran las 9 menos 20 (de la noche). Quizás ella no me entendería si le dijera que no voy a tener tiempo libre hasta dentro de dos años.

Vivo normalmente estresada y anormlamente tranquila. Cuando no estoy estresada me preocupo por no estar preocupada. Me preocupa tanta calma: ¿cómo puedes estar tan tranquila teniendo examen de Distribución de Energía Eléctrica en Julio y aún no sabiéndotelo de "pé a pá"? Ojalá yo pudiera entender la vida como creo que ella la entiende.

Expresando lo que siento en persona y en el momento, sin necesidad de ganar todas mis batallas verbales en la ducha unas cuantas horas después. No tengo empatía "de cara al público". Me duelen los problemas que me cuentan y trato de ayudar a las personas, pero me cuesta tanto expresar lo que yo siento.

Un día una amiga me dijo de broma que, si nos encontrábamos en el futuro y mi vida era una mierda y yo estaba muy mal, sólo se daría cuenta mirándome a los ojos porque tenía (casi) la total certeza de que yo no lo contaría.

¿De dónde sale la creencia de que expresar los sentimientos es debilidad? Cierto es que se los expreso a 1 persona. Quizás a veces a dos. Pero es tan complicado.

Últimamente me planteo (sobre muchos temas) si nuestra actitud (la de la sociedad en general) viene de una herencia cultural inamovible o es propia de cada uno (e independiente). Yo qué sé. ¿Creemos todos que llorar es signo de debilidad? ¿Queremos todos ser rescatados? ¿Somos todos nuestros propios caballeros andantes? ¿De verdad hay personas que piensan que otros seres humanos son menos (o peores) que ellos?

¿Por qué da asco ver a alguien moquear pero da pena verlo llorar? ¿Cuándo dejaré de acordarme de ti al mirar las estrellas? ¿Cuántos tienen que venir antes del verdadero? ¿Cuántas lágrimas derrama la persona media en una vida? ¿Cuántas de esas lágrimas son verdaderas? ¿Se puede romper un corazón? ¿Cómo podemos seguir vivos después de un corazón roto? ¿Acaso no es el corazón el que bombea toda nuestra sangre? ¿Qué clase de superpoderes tiene para lograr seguir adelante aún cuando unas palabras lo han atravesado más dolorosamente que flechas?

¿Cuántas veces tendré que corregirle a siri que "el de" no siempre  es "él dé" y a veces sólo quiero decir "el de" sin acento alguno? Y, lo que es más importante, ¿cuántas preguntas sin respuesta me he planteado/me plantearé en esta vida?

(Pero ahora soy incapaz de dejar de sonreír en cuanto le veo).

domingo, 23 de marzo de 2014

¿Qué es el amor?

En el mundo hay demasiado dolor como para que me preocupen semejantes tonterías.

Cada día me importan menos las cosas, me importan menos cosas y me importan con mayor intensidad las personas que me importan.

sábado, 8 de febrero de 2014

Como el niño que se asoma a la ventana.

He muerto. He matado. Me he matado. Sin querer o queriendo.

Sin querer queriendo. Como el niño que se asoma a la ventana con su piruleta, tanteando al vacío, imaginando qué pasaría si se asoma un poco más, sólo un poco más. Sabiendo que al otro lado de esa ventana tiene el dolor de una caída segura. Que el "detrás" de ese balcón no esconde sino moratones y magulladuras. Y se asoma un poco más. Se le resbala la piruleta y la ve caer casi con fascinación. Desearía tener la piruleta de vuelta en su boca y se arrepiente (en parte) de haber sido tan torpe como para dejarla caer. Pero una parte de sí está encantada: ha entendido por fin qué hay al otro lado del balcón. Le ha costado una piruleta y un grito de su madre por asomarse tanto. Pero le ha valido la pena.

(La piruleta choca contra el suelo y se rompe en mil pedazos. Una parte del niño ha comprendido el peligro del balcón y no volverá a asomarse. Otra parte nunca dejará de sentir fascinación por las alturas. Cuando se convierta en trapecista, el niño recordará en todas sus actuaciones la piruleta hecha pedazos. Y sonreirá.)

jueves, 16 de enero de 2014

4

Hace cuatro años empecé a compartir por aquí (a)l(gun)as cosas que se me ocurrían. Hace cuatro años yo no sabía qué eran las integrales de volumen, cómo se transmitía el calor o para qué servía la lógica conmutacional.

Hace cuatro años mi abuela aún cocinaba galletas de mantequilla conmigo todos los veranos y mi abuelo se las comía después. Mi tía perdía las gafas y el perro de mis primas se rebozaba por el barro feliz.

Hace cuatro años no le dije a nadie que estaba "publicando" lo que escribía.

Hace cuatro años no conocía a muchas de las personas con las que ahora comparto mi día a día. Hace cuatro años ni siquiera sabía que se podía conocer gente genial después de los 20.

Hace cuatro años hacía bizcochos, galletas y tartas, pero nunca había hecho sushi ni berenjenas rellenas de queso.

Hace cuatro años nunca había suspendido (¡Qué tiempos aquellos! ¿Eh?)

Hace cuatro años no había leído aún nada de Dostoyevsky, de Tolstói, de Austen o de Huxley. (Qué época tan ignorante).

Y es que el tiempo pasa y corre y vuela en ocasiones. Y cuando te paras a mirar hacia atrás han pasado 4 años, has perdido personas, has ganado conocimientos, has perdido batallas, has ganado guerras, has conocido personas, has desconocido a otras. Y no tienes ni idea de qué será de ti en de 4 años.

Los quarterbacks y animadoras del blog:

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