Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

domingo, 23 de octubre de 2011

Hipo.

Murió de hipotermia. De hipotermia o por hipocondríaca. Murió por hipócrita, probablemente. Tenía hipoglucemia. Estaba falta de todo. Falta de carnes, por su extrema delgadez no deseada. Luchaba contra su metabolismo noche y día, siempre sin resultados. Quizá por ingerir sólo alimentos hipocalóricos. Siempre le faltaba hambre y cuerpo. Siempre le sobraba delgadez. Tenía mucha falta de calor. No tenía frío, porque el frío por sí mismo no existe. Sólo es falta de calor. Y ella tenía una falta muy grande de calor. Trataba de curar el frío de su interior con jerséis y abrigos cada vez más gruesos. Pero ni por esas. Le faltaba calor y le faltaba color. En la cara. Probablemente sufriera hipovolemia. Era blanca, como Blancanieves pero sin los labios rojos. La cara blanca como si estuviera permanentemente contemplando fantasmas, pero sin acostumbrarse. Blanca como un folio y blanca como si no le llegara el riego a la cabeza. El riego sanguíneo, que es lo que le da calor y color a la cara. A la vida. Era una de estas personas que no viven, se dejan vivir. Y con esto quiero decir que ella no caminaba, se dejaba llevar. Ella no hacía las cosas, se dejaba hacer. No decidía, seguía a otros. Se dejaba tomar las decisiones. Si llegaba un momento en que tenía más de una posibilidad de actuación, imitaba. Y como buen ser imitador logró sobrevivir toda su vida.
Por la calle era todo menos notable. No tenía brillo, no tenía atractivo. Y no era fea. Era normal. Mediocremente normal. Caminaba con hipocinesia, en consonancia con el resto de faltas en su vida. Daba igual la ropa que se pusiera, no llamaría la atención. De todas formas no elegía su ropa, dejaba al armario decidir. Al ¿destino? Lo primero que hubiera en su cajón, eso se pondría. Su vestimenta, bastante extravagante, para que negarlo, contrastaba con la palidez de su rostro. Era hipocondríaca, tenía una salud de roble que se esforzaba en ocultar. Sufría hipoacusia, o tal vez no. Tal vez tenía un oído maravilloso pero lo menospreciaba y pensaba que estaba enferma. Si llegaba el otoño y todos tenían gripe, también ella se pondría a estornudar y a toser. Siempre la misma ropa. Sin cambiar según la estación. Nada de bufandas ni abrigos. Sólo el largo (siempre corto) de su falda variaba. A las faldas largas les faltaba tela, a las minifaldas les faltaba corto. Nunca acertaba. Siempre le faltaba algo. A veces incluso le faltaban faltas.
Vivía en un hipogeo, donde la falta de luz era patente. No sé si tenía hipogrifos de piedra a la entrada. Claro que, en ese caso no estaríamos hablando de grifos escasos. Sí tenía una sala hipóstila. Adoraba el arte. Y la falta de espacio que daban tantas columnas en medio de su salón. Vivía en un hipogeo, para poder quejarse de sufrir hipoxia. Su hipoteca la pagaba con la falta de dinero que tenía. La única ventaja es que siempre estaba falta de números rojos, lo que le permitía subsistir medianamente bien.
Decían que era una hipócrita, es probable, y también es probable que esto fuera sólo una hipótesis. O quizás un mal uso de las palabras. Puede que sólo fuera una gran actriz y nos equivocáramos al darle significado a la palabra. O puede que todos seamos un poco hipócritas cuando imitamos a los demás. Puede que sólo fuera crítica, o ligeramente más crítica con su entorno de lo admisible hoy en día. También era hipotensa. Trataba de compensarlo con dosis ingentes de azúcar, pero ni por esas. Se le acababa el azúcar dos veces por semana, cinco veces al mes. Y eso que siempre usaba toallitas hipoalergénicas para limpiarse las manos antes de cocinar. Aunque creo que esto era otra de las escenas que montaba para fingir ser hipocondríaca. O para creer serlo.
Irónicamente, o no, lo único que le sobraba era el hipo. Hipo para desayunar y para comer, hipo al despertar y al ir a dormir. Hipo cuando alguien (por fin) reparaba ya no en su presencia, sino en su existencia. Hipo al leer y al caminar. Hipo al parar. Irónicamente estaba sobrada de escaseces.

sábado, 22 de octubre de 2011

Quasiestático

Lo nuestro es como un proceso quasiestático. Ambos sabemos que es irrealizable. ¡Pero es tan bonito teóricamente!

miércoles, 19 de octubre de 2011

La estaba esperando.

La estaba esperando. De eso estoy segura. No sé cuánto tiempo llevaría. Más del necesario, me atrevería a afirmar dado su gesto. Más del que le hubiera gustado ser hecho esperar. Pero era ella. Y merecía la pena. La estaba esperando con una sonrisa exponencialmente torcida y unas flores linealmente marchitas. Como la vida misma. En un semáforo. Pero la estaba esperando porque, al contrario que el resto de peatones, él se quedaba parado cuando el muñequito verde aparecía. Hacía caso omiso del 'pío-pío' del semáforo y por eso todos los que le pasaban sabían que estaba esperando. ¿Qué si no? Era un tipo típico. Le gustaba considerarse atípico. ¡Qué típico! Camiseta, vaqueros. Lo normal, ¿no? Zapatillas gastadas, tanto paseo había dejado las suelas completamente lisas. Paseos con ella, normalmente. Antes no caminaba tanto. Había dejado la mochila en el suelo. Supongo que este fue otro de los detalles que me hizo comprender que llevaba demasiado tiempo esperándo(la). No le quise preguntar su nombre. ¿Ana? ¿Isabel? ¿Catalina? ¿María? ¿Qué clase de nombre tendría una mujer por la que merecía la pena esperar tanto? No lo sé. No me atrevía a preguntarle. Se notaba que no estaba para preguntas. Menos de un extraño. Se leía el ansia en sus ojos. Cuando me lo crucé por primera vez eran sólo ganas locas de volver a verla. Cuando me lo crucé al salir, unas dos horas más tarde se notaba un comienzo de miedo en sus ojos. ¿Vendría ella? Lo mismo no aparecía. Y él empezaba a temerse lo peor. Y a medida que perdía la confianza en su llegada, en ella, perdía la confianza en sí mismo. Y con ello su cara adquiría tintes cada momento más oscuros. La ya citada sonrisa exponencialmente torcida. Unida a unos ojos con brillo decadente. Brillo apagado. Brillo previo a las lágrimas. Brillo del que nubla la vista. Cara de decepción, flores mochila y música. Lo que se dice una escena decadente. Lo típico de un martes por la tarde.

¿Que si ella apareció? No lo sé. Ya digo que sólo me crucé con él dos veces. Puede que ni esperara una 'ella'. O puede que su ella fuera su madre. O puede que sólo fuera un loco. No lo sé. Simplemente me resulta irresistible inventar las historias de las personas con las que me cruzo. Y la suya daba para algo más que un entretenimiento mental.

martes, 18 de octubre de 2011

Recogida de firmas

Estoy cansada de tener tantos vínculos. Estoy cansada de depender de tantas personas, lugares y situaciones. De no poder hacer tal o cual cosa porque tengo que hacer tal o cual otra. De que mi vida dependa de miles de variables puntiagudas. Estoy cansada. Y sólo quiero desvincularme para poder ser libre de una vez por todas. No digo que no vaya a buscar puntos de apoyo por el plano, seguramente lo haga, sólo pido la libertad de cambiar mi dirección, módulo y sentido cuándo y cuánto me plazca. Sin preguntas, sin miradas, sin prejuicios. Poder cambiar mis costumbres, o no tenerlas directamente y que nadie haga comentarios al respecto. Poder decir las frikadas más frikis sin suscitar risitas flojas. Poder montar en bici y cantar por la calle sin recibir las miradas desaprobativas de ancian@s y jóvenes.  ¿Apoyarías mi plataforma por la recuperación de mis tres grados de libertad?
Si la respuesta es un sí (más te vale que lo sea, ya te he aburrido bastante y si has logrado leerme hasta aquí podías por lo menos colaborar) déjame un mail o un comentario con tu nombre, email (si lo dejas por comentario, claro, que tan tonta no soy) y DNI. Eso es todo. Sin tener que darte de alta en ninguna página. Luego cuando tenga los 2 millones de firmas iré a la Audiencia Nacional. Y si me pilláis de buen humor lo mismo incluso reclamo también la libertad de los demás vectores ligados y partículas vinculadas. Pero sólo de las que quieran dejar de serlo. Que muchas viven felizmente en sus sistemas con sus parejas e hijos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Frío

Ahora mismo sólo quiero frío. Y pasear bajo la lluvia encebollada con miles de jerséis, abrigos y bufandas. Quiero sentir el viento en la cara y sonreír al abrir la ventana por las mañanas. Quiero caminar durante horas sin acabar muerta por el calor. Quiero sentarme a tomar un chocolate caliente y ver la lluvia caer. Y luego salir y pasear bajo la lluvia. Y mirar las caras de asombro de todos los que huyen del agua. Y sonreírles. Y sonreír a sus miradas desaprobativas. Y hacer caso omiso de sus gestos de 'esta juventud está loca'. Y cantar bajo la lluvia, como la canción. Sin que nadie me mire. Y saltar en los charcos más grandes como cuando era niña. Bueno, mentira, como cada vez que tengo ocasión. Porque aún conservo las mejores costumbres adquiridas en la infancia. Y tomar brownies recién hechos. Y calentarme las manos en la taza. Y llegar con los pies congelados, casi tanto como las ideas, y hervirlos en la ducha. Y cantar bajo un chorro de agua hirviendo. Y hacerme pasa por unas horas. Y ponerme gorritos de todas las formas y colores. Y camuflarme en un mar de abrigos. Y usar chubasquero. Y abrigos grandes. Y hacerme una bolita dentro de mis sudaderas. Y escribir sobre el frío. Y ver las ojas caer. Y usar paraguas. Y escuchar la lluvia. Y decir ñoñerías. Y recibir abrazos. Y dejar que el olor a bizcocho llene la casa. Y degustar las magdalenas recién sacadas del horno. Y encender la chimenea. Y ponerme guantes. Y tener que frotar las manos para poder escribir por la mañana. Y echar vaho por la boca al salir de casa. Y soñar con que vuelve a nevar. Y...
Ahora mismo sólo quiero frío, y todo lo que el frío o más bien acabar con el frío conlleva, pero parece que el verano solitario ha decidido acomodarse en esta ciudad.

Yo

'Enmendemos un pasado sin conocernos haciendo de nuestro día a día un futuro común'

Al parecer me estoy volviendo ligeramente (muy) pastelosa en Twitter. ¡Qué más dará! Escribo historias, o las pienso y las tuiteo. No me han ocurrido. Mi vida no es tan interesante. Sólo las he pensado, o las he visto por la calle. Al parecer estoy propensa a escribir historias de amor. De hecho es lo único que me sale. Ya cuando vuelva a sumergirme en mis libros de texto mi lado friki recuperará el control de mi mente.

Os dejo unos cuantos tuits que demuestran ese cambio en mí. Probablemente no sea un cambio. Yo siempre tuve un lado sensible. Sólo que el otoño lo saca a florecer. La primavera no, el otoño.

Forcemos al destino, cambiemos el futuro. Reinventemos nuestras vidas. Pero esta vez juntos.

Y donde digo 'ella' quiero decir 'yo'.

Le salieron estrías en el corazón porque lo abrió a demasiada gente y luego se lo hicieron cerrar de golpe.

Se convirtió en todo eso que juró odiar.

Al fin y al cabo todos somos un poco invisibles.

-¿Qué hacías?
-Repasar los recuerdos que no llegué a vivir. Revivir la historia que jamás protagonizamos. Vamos, nada que te incumba.

Quizás cosificamos a las personas porque a veces es más fácil enamorarse de los objetos que de las personas.

No eres la mujer de sus sueños. Ni la actriz secundaria. Sólo ese extra de la que nunca nadie se enamora.

Las cosas más bonitas no hace falta gritarlas a los cuatro vientos. Basta con susurrarlas al oído.

Querida princesa de cuento, la opresión en el pecho probablemente la provocara el corsé ajustado que llevabas, no la ausencia del príncipe.

Finales trágicos. Comienzos de cuento de hadas. La rutina de muchas relaciones.

Recuérdame que te olvide.

martes, 11 de octubre de 2011

Cuestión de Principios

Se me derrumban los principios físicos en medio de una clase de física. Supongo que no hay lugar mejor. O sí. No sé. Me gusta la química, porque sus principios son aplicables a la vida cotidiana. ¿Cómo? ¿Que qué hago yo, @Crasmir, diciendo que me gusta la química? ¿Que cómo oso? Bueno, realmente me gusta la química. Aunque me dé pereza estudiarla. Me gusta aplicar la entropía a mi habitación y entender que si está desordenada es por culpa del universo, no de mi pereza. Me gusta ver los iones e imaginar que son personas. Polos opuestos que se atraen. Me gusta leerme las leyes de Fajans y entender el porqué de muchas relaciones con final abrupto. Me gusta imaginar que formaré un enlace covalente algún día, y que mis hijos nacerán de una unión sólida. Me gusta imaginar que las relaciones se mantienen por la energía de enlace y que hay personas que son magnéticas, atrayentes como imanes. Sí, definitivamente me encanta la química y su versatilidad.
Si me lees desde hace un par de meses probablemente ya conozcas mi amor por la química, y por unir la química al día a día. Y si no me sueles leer pero te interesa siempre puedes consultar la sección Frikadas, pero el nombre no engaña. Puedo llegar a ser muy friki.
Y me gusta mucho la física. Estudio mucha física y soy muy feliz, así que por algún lado debe haber una relación. Creo. Sería ilógico que no la hubiera. Y ante todo yo soy booleana.
Hoy he descubierto que el Principio de Acción Reacción no se sostiene. ¡LE HE DESCUBIERTO UN FALLO A LA TERCERA LEY DE NEWTON! Sí, como lo oyes.
Porque en las relaciones esto no se cumple. Una fuerza atractiva sobre una partícula uno muchas veces no tiene su pareja sobre la partícula dos. De ahí los corazones rotos, los desengaños amorosos, las lágrimas, los 'me quiere, no me quiere'. El mundo sería mejor si cada persona atraída por otra se viera atraída con una fuerza igual a la que atrae a la segunda persona hacia la primera. El mundo sería mejor si la Tercera Ley de Newton se cumpliera siempre, si fuera universal. Pero esto no suele pasar. Cuando pasa todos lo llaman 'amor'. Les dicen que eran perfectos el uno para el otro. Que son el amor de su vida, que están hechos uno para otro... No, no. Lo que pasa es que cumplen la Tercera Ley de Newton. Y eso no suele pasar. Por eso los que logran una relación que cumpla estas leyes físicas siente que tiene una unión mucho más fuerte que la del resto. O al menos mucho más exclusiva. No digo que no pase a nivel 'particular'. Es más, estoy segura que a nivel microscópico se cumple. Por algo Newton es considerado un gran científico, ¿no? Pero fuera no. Lo que pasa es que nadie quiere decirlo. O nadie se ha dado cuenta. Y es que llevarle la contraria a Newton es todo un palo. ¡A ver quién se atreve!
Pero es que, sintiéndolo mucho, Newton se equivocó. A veces su principio se invierte. Una fuerza 12 atractiva produce sobre 2 una fuerza 21 repulsiva. Así, tal y como lo oyes. Genera una fuerza con el mismo sentido. Y nadie se alarma. Sólo la partícula(persona) 2, que se ve repelida por 1 y huye. Huye sin saber que está destrozando los principios de la física. Me río yo de los neutrinos. Éste es el descubrimiento del siglo. Pero no trascenderá. Porque estamos acostumbrados a que las relaciones entre personas no tienen por qué cumplir las leyes de la física. Nos han acostumbrado a que, en lo que a personas respecta, Newton no tiene nada que decir. O nos hemos acostumbrado. Pero estaría bien alguna que otra ley 'universal' que lo fuera verdaderamente, ¿no? Algún axioma a partir del cual vivir y reaccionar. En el fondo nos encanta que nos den todo machacadito y con instrucciones de uso. De ahí el exitazo de Ikea.

lunes, 10 de octubre de 2011

Cumpleaños

Un año más (vieja). O un año más (des)aprovechado. No, no me considero una despilfarradora de tiempo. Ni siquiera creo que malgaste ni un poquito. Lo uso, a mi manera. Muchos me considerarán rara, soy consciente. De hecho quedarme en casa un día de fiesta sola con mi música y escribiendo no es un plan típico para 'la juventud'. Pero esas pequeñas cosas me hacen feliz. Así que no son tiempo malgastado. Ni siquiera el tiempo 'perdido' en trayectos eternos de autobús es malgastado. Pensar no es malgastar el tiempo. Tampoco los días tristes. Llotar no es malgastar el tiempo. Antes solía pensar que llorar era mostrar debilidad. Yo no lloraba. Yo era fuerte. Me he dado cuenta de que hasta los más fuertes lloran. Y que la sensibilidad no significa necesariamente debilidad. Así que llorar no es perder el tiempo. Limpiar tampoco, arreglarse, aprender. Nada de eso es perder el tiempo. Te facilita la vida o te hace más feliz.
Tiempo perdido es el que pasaste pensando una declaración de amor que no tuviste el valor de llevar a cabo. El que usaste envolviendo un regalo que no llegaste a dar. El que invertiste en escribir una carta que rasgaste antes de enviar. Tiempo perdido es si luego decides que los frutos de ese tiempo no sirven. Y los tiras a la papelera (de reciclaje). Creo que me repito. Ya dije algo parecido.
En definitiva. Soy un año mayor. Ahora entiendo muchas cosas. Y sé muchas otras. Por fin me han dejado de decir eso de 'cuando seas mayor te lo cuento', 'son cosas de mayores' y demás. Y esos son los detalles que te hacen darte cuenta de que has entrado en su mundo. El mundo de los mayores. Entré un poco al dejar el colegio y convertirme yo en uno de esos 'mayores' que estaban en sus últimos años y a los que los 'pequeños' miraban con envidia. Pero no me siento mayor. De hecho me siento igual que ayer. Y probablemente igual que mañana. Los años no se cumplen de un día para otro, igual que en el colegio aprendimos que no se pasó de la Edad Media a la Moderna de un día a otro. El tiempo transcurre, lento pero seguro. El tiempo transcurre, sin importarle lo que hagamos con él. El tiempo transcurre, y yo sigo dispuesta a aprovecharlo.

Muy feliz cumpleaños para mí.

Ella

Ella sólo buscaba un hombro sobre el que llorar, una sonrisa que contemplar y una compañía que disfrutar. Buscaba palabras dulces al oído, consejos en momentos decisivos y la verdad cuando el resto le regalara los oídos. Ella sólo buscaba una mano que sujetar en sus largos paseos por la ciudad, un brazo sobre el que apoyarse al estar cansada y una mente que admirar. Ella buscaba unos abrazos de los que devuelven el calor al cuerpo, una caricia que limpie las lágrimas que caen y las que no han caído todavía y unos labios que siempre sepan qué decir. Ella buscaba una sudadera grande para las noches de fiesta en que acabe haciendo frío, buscaba una mirada sincera, unos ojos hipnóticos. Ella sólo buscaba olvidarse del resto del mundo, irradiar una felicidad incontenible, sumergirse en su propia historia con final feliz. Ella sólo buscaba conversaciones de seis horas sin un minuto de aburrimiento, perder el tiempo a su lado y que el tiempo no pareciese perdido sino más bien aprovechado. Ella sólo buscaba enamorarse, de una vez, para siempre.

domingo, 9 de octubre de 2011

Flor

Podríamos hacer muchas cosas ahora. Podríamos enviar flores. Podríamos consolarnos mutuamente. Abrazarnos o llorar. Podríamos decir muchas cosas. Ya no 'se va a curar'. Porque ya no se va a curar. Pero podríamos decir otras cosas: 'es lo mejor', 'ahora está en el Cielo', 'así no sufre'... Podríamos mentir en muchas formas. Podríamos mentirnos calmando nuestras conciencias con un 'esto a mí no me va a pasar aún'. ¿Por qué no? ¿Acaso eres inmune a la muerte? Unos dicen 'wake me up when September ends'. Bien, yo digo 'wake me up when the cure to death is found'. Porque la muerte te visita sin avisar. Llega en la cama, en la cama de un hospital, rodeado de blanco y verde. O en tu cama, en un infarto mientras duermes. La muerte llega en la ducha, si tienes la desgracia de resbalarte y caer mal. O llega en un ascensor. Imagina que se rompen los cables y te precipitas contra el suelo. La muerte llega, sin llamar y sin darte tiempo a arreglar las cosas. La muerte llega, la muy puta, y se lleva a las personas con las que llevas la vida viviendo. La muerte se lleva a los protagonistas de tus historias, de tus recuerdos. La muerte acaba con el final feliz del cuento de tu vida. Y da igual que te protejas con medicinas millonarias, no le importa el seguro de tu coche ni la calidad de tu casa. Le es indiferente que hayas tenido una salud de roble y nunca hayas fumado. Da igual. La muerte llega, te lleva y le destroza la vida a todos los demás. Y sólo deja lágrimas, flores marchitas y caras largas. Maquillajes corridos, muecas de tristeza y sonrisas fingidas. Nos deja sin voz, al menos a mí. ¿Y para superarla? Para superarla no hay nada. El tiempo, la rutina, mantener la cabeza ocupada. Son los mejores remedios para los problemas sin solución. El ser racional resuelve sus problemas (sin solución) no pensando. Interesante. Pero así es como hay que tratarse con la muerte. Porque ella no tiene caridad ninguna escogiendo. Ni entiende de 'justicia'. Ella sólo tacha nombres de una lista. Y si te ha tocado el gordo no hay posibilidad de remediarlo. Ahora podríamos hacer mil cosas. Llorar. Llorar mucho para sacar las penas. Llorar ahora que se ha ido y los demás aceptarán nuestros llantos. Aunque sea después, dentro de 3 o 4 meses cuando más la echemos en falta y entonces nadie se dé cuenta ni comprendan nuestras caras largas. Quizás llorar es la solución a corto plazo. A largo plazo no hay nada. Asumir. Asumir nuestra nimiedad y nuestra impotencia. Asumir que no podemos hacer nada contra la muerte. Asumir que somos seres minúsculos.
Pero todo lo que hiciéramos ya da igual. Porque ella ya no está. Se fue. Se la llevaron. Yo sólo pido que no me lleven a muchos más.

DEP.

jueves, 6 de octubre de 2011

Regálame.

-Te regalo.
-¡No hacía falta! ¿Qué me has comprado?
-No, no. Que te regalo. Al primero que pase. No te quiero ver más.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Eran.

Eran la envidia de solteros. Y casados. Eran el foco de todas las miradas. Eran la típica pareja que la gente se para a contemplar por la calle. Eran unas manos cogidas que suscitaban sonrisas de ternura y muecas de envidia por igual. Eran paseos eternos evitando al mundo. Eran todo lo que viene después de tomar perdices en los cuentos. Eran el final feliz, el príncipe y la princesa. Eran el sueño Disney hecho realidad. Eran lo que todo su entorno quería ser. Eran un modelo a seguir. Eran odiosos. Eran adorables. Eran dos. Y no necesitaban más. Eran ajenos a lo que les rodeaba. Eran felices.

domingo, 2 de octubre de 2011

Guardaba las apariencias en el armario, al llegar y quitarse la careta.

Albergaba sus esperanzas (de cristal) en cajones llenos de algodón. Para que no se le rompieran. Para que no se las rompieran. Para mantenerlas intactas por muy vanas que fueran. Cada domingo, cuando recordaba que había pasado una semana entera y sus esperanzas no se habían cumplido, abría los cajones y las observaba. Intactas. Como si el tiempo no pasara por ellas. Era un verdadero ejercicio de autocontrol el mero hecho de no empotrarlas contra la pared. Pero él seguía creyendo que un día se harían realidad sus sueños. Así que se limitaba a sacarlas, airearlas y quitarles el polvo. Y volverlas a guardar. Otra semana más. No llevaba la cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que tuvo que empezar a envolver sus esperanzas y empaquetar sus sueños. Había perdido la cuenta hacía muchos años. Y tenía verdadero pavor a apuntar las fechas y obligarse así a asumir el paso de los años.
También guardaba el rencor. En tarrinas herméticas, para que nadie se contagiara de este virus tan letal. Tupperware con cierre al vacío para que no escaparan los malos sentimientos. Guardaba muchas cosas. Algunos decían que tenía un principio de Síndrome de Diógenes. Él prefería verse como un acumulador de recuerda-recuerdos.
Y también guardaba los recuerdos. En su mente. Y por escrito. Temía que algún día su mente los considerara inútiles y le hiciera olvidarlos. Así que pasaba horas escribiendo cada detalle. Y acumulando. Acumulando basura, tesoros, inutilidades e ideas. Acumulando basura, según el resto del mundo. Y es que, probablemente, nuestros objetos más preciados no significan nada para todos los demás. Porque son las personas las que dan valor a los objetos. Y él daba valor a más objetos de lo 'normal'.
Guardaba las apariencias en el armario, al llegar y quitarse la careta. Con esto se evitaba que rumorearan más de lo necesario sobre sus asuntos. Los que querían tomarle por enfermo solían hablar de él a sus espaldas. 'Está loco'. 'Tiene la casa llena de basura'. 'Es un maleducado, no saluda'. Él no entendía por qué los que le insultaban por detrás podrían querer que él les saludara. Ni siquiera entendía cómo podían pretender que él les saludara. Pero 'los demás' no ocupaban demasiado tiempo sus pensamientos. Él seguía con la rutina. Con su rutina.
Soñaba con ella. Soñaba con conocerla y tener hijos. Y tener nietos. Pero todo eran sueños. Y por el momento sólo podía dedicar su tiempo a acumular historias que contar a sus nietos. A esos nietos que no conocía. Y que probablemente jamás llegaría a conocer. Pero también sobre esto procuraba no pensar.
Se dejaba asaltar por las dudas los lunes por la mañana. ¿Qué he hecho con mi vida? ¿Soy feliz? ¿Dónde quiero llegar? ¿En qué me he convertido? ¿Era esto lo que quería? El resto de la semana la rutina ejercía de opio para el raciocinio. Sólo quedaba espacio para pensar en la acción inmediatamente siguiente a la que se estaba realizando. Y el día a día cobraba una monotonía nada atrayente. Pero ya se había acostumbrado.
Ahora su rutina era rutina. Se había hecho a la rutina. Porque la rutina nunca se hace a uno. Y la vida le resultaba más simple. Es lo bueno de la repetición. Puede resultar monótona, aburrida, cansina, agotadora o incluso deleznable, pero es fácil de seguir. Ya no le costaba vivir. Ya no tenía problemas. Y con el fin de los problemas había llegado el fin de sus fuerzas para luchar. Ahora sólo era capaz de vivir. Sin luchar por una vida mejor. Una de las desgracias de los que se dejan aplastar por la monotonía.
Años atrás había leído 'Momo'. Y le había gustado mucho. En la inocencia de la infancia se había jurado no convertirse jamás en uno de esos adultos que se dejan robar por los hombres grises. Ahora la edad le nublaba y le impedía darse cuenta de que se había convertido en uno más. Ya no salía a pasear, ni pintaba. Ya no escribía ni leía. Tampoco quedaba más que lo sumamente necesario para no perder el contacto con los pocos allegados que le quedaban. Y aún así le seguía faltando el tiempo. Un día quiso ser basurero del tiempo, ahora invertía su tiempo en basura. Ahora su tiempo era basura. Y él, ciego de la realidad, se negaba a asumirlo.

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