Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

lunes, 25 de febrero de 2013

Manolo

Antes de empezar a hablar me gustaría pedirte perdón si te llamas Manolo. Y antes de que me digas que decir 'antes de empezar a hablar' ya es empezar a hablar te diré que para ser listillo, te has pasado de listillo. ¡No estoy hablando! ¡Estoy escribiendo! ¡Já! En cualquier caso, no dejes de ser un listillo, me caen bien los listillos así que es probable que me caigas bien. Sobre todo si me adulas mucho y a horas de no adulación (por ejemplo las 3 de la tarde o las 8 de la mañana)

lunes, 18 de febrero de 2013

Sobre las pastillas efervescentes, los medicamentos de sobre y otras muestras de la inherente crueldad humana.

Estoy salva, que supongo que no es poco. Sobre mi sanidad, diré (para los que fueran a hacer la broma) que no estoy sana, pero tampoco insana. Al menos no que yo sepa. ¡Malditos catarros invernales! Si no fuera por ellos dedicaría el 100% de mi capacidad de querer al frío y los elementos invernales. Me resutla curioso hablarte de invierno cuando hace menos de una semana paseaba por el centro en mangas cortas. Pero, qué se le va a hacer, se acerca la Semana Santa y esto es Sevilla. Iba caminando por el centro y no paraba de pensar en la cantidad tan ingente de parejas con que me estaba topando. Y mucha, mucha gente en general. ¿Será porque es jueves? ¿Será porque es el primer jueves de cuatrimestre y a las horas a las que yo salgo de clase otros salen de fiesta? ¿Qué pasará? ¿Por qué hoy? Y no fue hasta que me choqué con un enorme corazón hinchable cuando, por fin, me di cuenta de que ¡era San Valentín! ¡Qué mejor día que un 14 de febrero para salir con tu pareja! Lo curioso (¿adorable?) es que incluso se veían parejas en los sitios más cutres: el bar grasiento de la esquina o las máquinas de comida rápida. Todo el mundo festeja San Valentín porque es lo que se debe hacer, y todos somos muy buenos y obedientes, que para algo nuestras madres nos enseñaron que si no te tomas la fruta a la comida te la comerás a la cena y no probarás las delicias del chocolate hasta hacer desaparecer (gracias a la magia de tus bacterias internas) esa manzana herrumbrosa y fea.

Me dicen que el chocolate será un bien escaso (y, por tanto, caro) dentro de unos 20 o 30 años. No me preocupa, demasiado. Sé que para entonces seré rica y no tendré dificultades para poseer una plantación de cacao y una fábrica (totalmente automatizada) de diferentes tipos de chocolate. Y, si eso no funciona, buscaré a Charlie y me casaré con él a cambio de poder usar (comer) su fábrica tanto como quiera.

Querer es un verbo tan variopinto. Yo quiero a muchas personas, y a ninguna la quiero igual que a los demás. Pero hoy, Aristófanes, hoy yo pensaba en todos los que se precipitan a ser felices, con prisa, con nerviosismo, casi con ganas de demostrarle al mundo que son felices para así poder probárselo a sí mismos y serlo de verdad. ¿Tú qué opinas? Yo en mi cabeza lo tengo como el concepto 'to rush into happiness' y cuando pienso en ellos siempre recuerdo varios casos más o menos cercanos. ¿Sabes ya a quiénes me refiero?

¿No? Bien, te pondré algunos ejemplos. Para empezar están los que necesitan verse felices en 200 fotos antes de volver a casa para poder saber que fueron felices. Y que conste que me gustan las fotos. Pero, no sé, yo soy más de fotos espontáneas. La que le sacas a tu querida hija cuando está montando un puzzle y se muerde la lengua fuera de la boca de lo concentrada que está. La que le sacas a la amiga que ha terminado la carrera cuando está sentada escuchando nombres y sonriendo nerviosa al saber que se acerca el suyo, que ya se ha graduado. ¡Que ya se ha graduado! Fotos como las que captan una mirada cómplice y ajena al fotógrafo. No esas fotos de 'estoy cansado, no tengo ganas de nada, pero o te pones en la foto o me enfadaré porque estamos delante de una fuente muy importante y quiero ver una sonrisa cuando el flash te llegue o ya verás'. YA VERÁS. Qué temible. Cuán terrible.

Ya verás es amenaza. Ya veremos es no. Te lo digo por si no lo sabías, que son lecciones de vida importantes. Sobre todo si tiendes a hacer caso a las personas. 'Ya veremos' ¿Por qué se empeñarán los humanos en dulcificar los 'noes'?

El otro caso de los que viven impacientes por ser felices son aquellas parejas felices para siempre que cortan y luego, ¡Mufayah! ambos quieren una nueva pareja estable a la que querer tanto como a la anterior en menos de un mes. Y yo antes, que tengo que haberle superado antes de que él me supere a mí o seré una desgraciada. Calma, calma. ¿Seguro que es eso lo que quieres? Cuando veo esas cosas ocurrir me confundo mucho. Casi tanto como para herirme a mí misma (pero no, y prometo no repetir ese tan manido chiste más hoy). Veamos, si tanto os queríais antes ¿cómo es que os habéis superado tan rápidamente? ¿Cómo es que buscáis uno nuevo en tan poco tiempo? ¿O es que no os queríais tanto como esas 1000 fotos juntos pretendían probarnos a los demás?

La soltería está infravalorada. Y yo creo que esto es problema de que no te quieres (no os queréis) lo suficiente. Mírame a mí. Con todo lo que me quiero, soy perfectamente feliz sola y perfectamente feliz acompañada. Que sí, que la vida en sociedad tiene sus pros, no seré yo la que te diga que no. Al fin y al cabo, jugar al Risk o al Catán en un grupo de amigos es uno de esos pequeños placeres de la vida. Pero la sociedad no es tan necesaria como quiere hacernos creer.

O crear una escala con la que medir la estupidez como función directamente proporcional al parecido que tenga alguien contigo. Y así. 'Se parece 5 a Guillermito, entonces es 5 de imbécil'. 'Se parece 37 a Pablito, es un imbécil del 37'. Y así, para que luego no pase lo que pasa. Y que nadie diga que no le he avisado.

Yo en el fondo quisiera seguir escribiendo sobre el fin del mundo, que es a lo que me dedico ahora, pero hay un terrible sonido constante que no deja de importunarme, molestarme, incordiarme y cualquier otro sinónimo que se te ocurra. Un ronroneado constante, un taladro diabólico que me haría temer por mi vida y la de todos los pertenecientes a un círculo de centro Yo y radio 1 Km si estuviéramos en guerra. Pero menos mal que no estamos en guerra. ¿Cómo se vive en una guerra? Mucha gente habla de muchas cosas, pero yo estaba pensando en los que se quedan. O sea, en los que están en sus casas, sin apenas alimentos, o con la ropa rota y frío. Y sin saber si X volverá (sano o, por lo menos, salvo) de le guerra. O no. El frío es tan terrible sin abrigos.

Con lo que me gusta a mí hacer tartas, ¿cuántas personas habrán tenido que vivir sin poder desarrollar sus vocaciones, incluso las más tontas? Y nosotros aquí poniéndonos tristes si un día nos mojamos al volver de clase. Cuándo aprenderemos a ver la realidad en su conjunto, a relativizar. No creo que sea necesario viajar a la India o a  África para saber que los hay que viven mucho, mucho, mucho peor que nosotros. No creo que sea necesario vivir la misera para saber que siempre habrá alguien que esté peor y otro alguien que esté mejor. Por eso procuro no estar triste por los problemas que tienen solución. Prefiero ponerme a ponerles solución.

-Un whisky bien cargado, y un balazo en la frente.
¿Es acaso ésa la única solución? No sabría yo qué decirte. Cuán preocupados andamos todos por la muerte, y esto no es ironía. Nos preocupa porque sabemos que existe, pero no en qué consiste. Es un poco como la primera vez que vas al dentista (y lo dice una que aún no ha tenido que pisar por ellos, que para algo me lavo los dientes todos los días desde los 3 años o incluso desde antes, si es que antes ya tenía dientes, que yo qué sé, que todavía no tengo hijos y no me sé esas cosas de cultura maternal, o parental, que tampoco yo quiero herir sensibilidades, ni sensibilidados). Vas al dentista con miedo porque mucha gente ha dicho que duele mucho lo que hace, ¡que se saca dientes! Que mete elementos punzantes en tu boca. Que babeas. ¡Que sangras! Y yo creo que lo que verdaderamente te da miedo es el miedo, el dolor, no el dentista en sí. Al fin y al cabo una bata blanca no da superpoderes. Y con morir pues nos pasa un poco igual. Pero eso no debería ser motivo 'to rush into happiness' ¿O sí? Al fin y al cabo, qué sabré yo.

Había un tema más sobre el que quería hablar, algo que venía pensando en el autobús, pero creo que lo he olvidado. Pienso tantos temas que quiero contarte y luego olvido que ya no sé ni qué he dicho en 'voz alta' y qué he pensado para mí. ¿Tú qué opinas, Mandarino? ¿Lo dejamos aquí o divagamos un poco más sobre el poder de mirar a los ojos?

Porque el único motivo por el que aún no me he puesto un termómetro es porque temo que, de hacerlo, si me dice que tengo fiebre, mi sentido de la responsabilidad se relajará y mañana irá a clase de 8:30 hasta las 21:00 alguien que no sé quién será, pero desde luego que yo no. Es mejor ignorar los síntomas del resfriado, beber frenadol cual valiente y seguir adelante.

Y dime, ¿quiénes son los que deciden el sabor de los medicamentos? Porque me gustaría decirles una cosa. ¿Qué clase de naranjas han tomado en su infancia? El frenadol NO SABE A NARANJA. Sabe al asco que te producirá al tragarlo. Pero, desde luego  no sabe a naranja. Al menos no a las naranjas que he tenido el gusto de tomar. Admitiré que puede que sea que mi paladar sea demasiado exquisito (¿ves cuánto me quiero?) y que, por culpa de esta genialidad evolutiva que he tenido la desgracia de padecer, las cosas no exquisitas me sepan mal. Al fin y al cabo siempre he sido la primera en mi familia en darme cuenta de cuándo algo empezaba a saber mal. Como el pan bimbo, que sustituímos por Panrico tras un mes sin que yo tomara porque ya sabía mal pero que fue necesario para que mis padres se percataran del cambio de su sabor. Y con la leche Carrefour (de antes, la de ahora sabe bien de nuevo) igual. También odiaba el sabor del Febrectal y el del Ceclor. De hecho, adoro al desconocido inventor de los medicamentos en pastillas. Insípidos. El Ceclor jamás supo a fresa. Las fresas no saben ni por asomo a lo que sabía el Ceclor. Y el otro medicamento infantil, ese naranjita con sabor a ''''''naranja'''''', tampoco sabía a naranja. De hecho y, si me apuras, el único medicamente cuyo sabor me gustó en mi infancia fue un jarabe que olía muy mal y venía en un tarro marrón con una cuchara de plástico doble (por un lado una cuchara más pequeñita y por otro una más grande) y que sabía a plátano.

¡Como lo oyes! ¡A plátano! Claro que también puede que sea simplemente alguien de gustos raros. Mi yogur favorito era el de plátano, y el de macedonia. Pero no me gusta comerlos fríos. Saben menos. A mí me gusta sacarlos fuera antes de comer y comérmelos tras dos horas a temperatura ambiente cuando la temperatura ambiente son unos 25 o 27 grados.

Pero, tranquilo, no soy tan (tan, tan) pija a la hora de comer. Y como soy bien educada, si no estoy en casa me como lo que sirvan en mi plato con una sonrisa y diciendo que está muy rico.

¿DÓNDE ESTÁ LA SEPARACIÓN ENTRE SER BIEN EDUCADO Y MENTIR? ¿Protocolo o falsedad? ¿Cuántos antes que yo se habrán planteado sin éxito esta pregunta sin respuesta? A mí me gusta decirle a la gente lo que me gusta de ellos. Suelo decir 'me gusta tu vestido/camiseta/bolso' o 'estás muy guapo hoy/te queda muy bien ese color/corte de pelo/camisa'. Pero sólo lo digo cuando sale de mí decirlo porque lo creo así. Y creo que es importante decirlo porque creo que hay que decir las cosas buenas. Mejor decirlas que arrepentirnos por no haberlo hecho. Sin embargo el problema me viene cuando llegan las preguntas directas: '¿Estoy guapa?' Doy gracias a que no suelo recibir esas preguntas de personas con las que no puedo o quiero o debo ser totalmente sincera.

El problema de la educación es que es complicada. Porque por un lado tienes a tu padre que te dice que no se debe mentir. Pero por otro lado tu madre te regaña si cuando la vecina te pregunta eso de '¿me quieres dar un beso, guapa?' respondes con un 'no'. Porque, claro que no quieres, ¿cómo ibas a querer darle un besito a una total desconocida? Pero no está bien decir eso. Es MALEDUCADO. Y nadie quiere ser maleducado. Mal, quita, quita. Quieta. Lo que es malo es malo. ¡Menudo descubrimiento! ¡De aquí a Platón del siglo XXI en menos que croa una rana.

Es muy confuso todo, por eso lo mejor suele ser estar callado.
¿Estoy guapa? Y pones sonrisa de circunstancia. Si se quiere asumirá que es un sí y que eres perezosa con los cumplidos. Si no se quiere le preguntará a otro hasta reafirmar su ego.
¿Me quieres dar un besito? Ladeas la cabeza y sonrisa de circunstancia. Ya vendrá ella a dártelo si tiene tantas ganas. Y no habrás tenido que mentir, que está muy mal.

En definitiva, Mandarino, no sé qué más contarte hoy. Porque, o te cuento todo, o no te cuento nada. Pero ya no son horas de divagar, sobre todo siendo 30 de febrero del año de la sequía mundial y teniendo que ir a clase mañana. Y que imprimir apuntes. Y que preparar bártulos. Y que... Mandarino, ¿me quieres? Yo a ti no, pero sólo porque eres un objeto inanimado y me tengo prohibido querer a los objetos inanimados. Espero que tú sí me quieras mientras te alimente de archivos nuevos y corriente eléctrica. Al fin y al cabo es lo que hacen los buenos dueños de discos duros. Y yo, además, te saco a conocer portátiles y archivos nuevos un par o cuatro veces al año. Si es que soy toda amor.

Dulces días, recemos porque el frenadol no me quite a base de asco más años de vida de los que me da a base de 'curarme' el catarro.

sábado, 2 de febrero de 2013

Trucos para ser una chica dura. Capítulo I.

Trucos para ser una chica dura:

1.- Píntate las pastañas inferiores a diario. Y si te queda bien el lápiz de ojos por abajo, también póntelo. Póntelo incluso los días en que te despiertes más triste. Saber que de echarte a llorar se te correría, te impedirá llorar. Y cuando te sientas muy triste, sólo de pensar en lo nefasto que sería dejar ver a los demás que has llorado (quedaría bien claro con tu rímmel corrido unido a tus ojos rojos e hinchados) se te quitará la posibilidad (nada es milagroso, para saber cómo quitarte las ganas de llorar tendría que conocerte)

2.- Ponte tacones. Muy altos. O botas. Muy grandes. A diario. Los tacones te separarán un poquito (¿más?) de la realidad y ampliarán la longitud de tu zancada, permitiéndote huir más rápida de los recuerdos o las realidades que quieras evitar. Las botas, en cambio, te permitirán machacarlos bien siempre que se decidan a salir a flote. Que no quede uno vivo, eres una chica dura.

3.- Haz creer a todos los demás que eres tonta y superficial. Cuando pase algo triste, quédate callada tratando de tapar tu nudo en la garganta o de devolver a su embalse las lágrimas que amenazan con inundar de un momento a otro tus párpados. Cuando alguien pregunte algo, también quédate callada. Nadie te contará sus problemas y tu vivirás en la más feliz de las ignorancias.

Los quarterbacks y animadoras del blog:

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