Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

miércoles, 19 de octubre de 2011

La estaba esperando.

La estaba esperando. De eso estoy segura. No sé cuánto tiempo llevaría. Más del necesario, me atrevería a afirmar dado su gesto. Más del que le hubiera gustado ser hecho esperar. Pero era ella. Y merecía la pena. La estaba esperando con una sonrisa exponencialmente torcida y unas flores linealmente marchitas. Como la vida misma. En un semáforo. Pero la estaba esperando porque, al contrario que el resto de peatones, él se quedaba parado cuando el muñequito verde aparecía. Hacía caso omiso del 'pío-pío' del semáforo y por eso todos los que le pasaban sabían que estaba esperando. ¿Qué si no? Era un tipo típico. Le gustaba considerarse atípico. ¡Qué típico! Camiseta, vaqueros. Lo normal, ¿no? Zapatillas gastadas, tanto paseo había dejado las suelas completamente lisas. Paseos con ella, normalmente. Antes no caminaba tanto. Había dejado la mochila en el suelo. Supongo que este fue otro de los detalles que me hizo comprender que llevaba demasiado tiempo esperándo(la). No le quise preguntar su nombre. ¿Ana? ¿Isabel? ¿Catalina? ¿María? ¿Qué clase de nombre tendría una mujer por la que merecía la pena esperar tanto? No lo sé. No me atrevía a preguntarle. Se notaba que no estaba para preguntas. Menos de un extraño. Se leía el ansia en sus ojos. Cuando me lo crucé por primera vez eran sólo ganas locas de volver a verla. Cuando me lo crucé al salir, unas dos horas más tarde se notaba un comienzo de miedo en sus ojos. ¿Vendría ella? Lo mismo no aparecía. Y él empezaba a temerse lo peor. Y a medida que perdía la confianza en su llegada, en ella, perdía la confianza en sí mismo. Y con ello su cara adquiría tintes cada momento más oscuros. La ya citada sonrisa exponencialmente torcida. Unida a unos ojos con brillo decadente. Brillo apagado. Brillo previo a las lágrimas. Brillo del que nubla la vista. Cara de decepción, flores mochila y música. Lo que se dice una escena decadente. Lo típico de un martes por la tarde.

¿Que si ella apareció? No lo sé. Ya digo que sólo me crucé con él dos veces. Puede que ni esperara una 'ella'. O puede que su ella fuera su madre. O puede que sólo fuera un loco. No lo sé. Simplemente me resulta irresistible inventar las historias de las personas con las que me cruzo. Y la suya daba para algo más que un entretenimiento mental.

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