Armaduras, corazas, corazones partidos. Curioso. Cuando dejas que te rompan la coraza te expones a que te rompan después también el corazón.
¿Y no será que eso que llamamos coraza es, en realidad, el sustituto del corazón? Algo así como un buzón de voz. Lo que dejamos colocado para que interactúe con el mundo mientras nos concentramos en cuidar , curar o arreglar nuestro verdadero corazón. Como un buzón de voz, un contestador automático. Y, un día, alguien llama y empieza a dejar un mensaje. Y estás escuchando, detrás de tu coraza, en tu corazón, en el sofá, en el salón. Porque ha dicho algo, una palabra. O tal vez varias. O tal vez simplemente su voz ya te ha sacado del ensimismamiento propio de los fines de fin de semana. Me ha sacado. De la melancolía de los domingos que no salen como planeábamos. Y nos asomamos, por encima de la muralla. Y él sigue dejando su mensaje, que no es tan largo, de hecho, ¿ya ha terminado? Ni probablemente tan importante, ni tan bonito. Pero has memorizado cada palabra. Sigues memorizando.
Y va a decir adiós. Y no quieres que diga adiós. Y va a colgar. Y no hay forma de contestar, porque has dejado el contestador, porque estás detrás de tu coraza, porque no es buena idea, estás segura, debajo del edredón, con el mando en la mano y el smartphone en la otra. Tienes música y helado de chocolate y crees que no necesitas nada más. Crees que no quieres nada más. Te has convencido, y te lo has creído. Pero ya va a colgar. No hay forma de cogerlo.
¿O sí? Entonces recuerdas que puedes, podrías, tal vez podrías saltar la valla, levantar el auricular y desprenderte (de nuevo, por primera vez, por última vez, para siempre, por enésima vez) de esa coraza tan pesada tras la que llevas escondida tanto tiempo. Es arriesgado, pero su voz sigue diciendo esas cosas por las que empezaste a aguzar el oído. Y es su voz. Y quieres saltar. Y vas a saltar. Y decides saltar, y decides entregarte completamente.
Sin contestador automático, contestando tú misma. Sin coraza, con corazón.
Mi blog.
Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).
domingo, 1 de julio de 2012
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Buenas, interesante blog! puede que me pase de vez en cuando por aqui, por cierto! ¿esta "cita" es tuya? "Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales)." me hizo pensar (eso suele ser difícil)
ResponderEliminarSaludos, Anónimo!
@Anónimo: ¡Me alegro! Sé bienvenido. Pues creo que sí es mía, al menos si alguien lo ha dicho antes yo no lo sabía. Siempre es bueno pensar. Y hacer pensar.
EliminarEnamorada Crasmir...
Eliminar@Anónimo: ¡Qué me dices! No lo sabía.
EliminarA menudo pienso en las corazas, las corazas pesadas que nos creamos, y nunca consigo decidir si son buenas o malas.
ResponderEliminarMuchas veces son demasiado cómodas, pero a la vez ahogan. Como las tardes de domingo, plácidas, tranquilas, no tienen nada malo, pero siendo sinceros, siempre aparece esa sensación de que podrían ser algo más. Como tú has dicho: sólo es saltar.
Lo malo de las corazas creo que es que cada vez que te la quitas, si luego te la tienes que volver a poner, entonces es más difícil quitársela la próxima vez.
También una entrada muy guay :)
@Kailer: Creo que no podrías haber encontrado una comparación mejor. Efectivamente, como las tardes de domingo. Las apacibles a la par que monótonas tardes de domingo. Escribes, lees, cantas. Tal vez redecores tu habitación o hagas un pastel o salgas a montar en bici. Y lo has pasado bien, pero llega el lunes y piensas que podrías, no sé, haber salido a jugar al billar o a tomar helado.
EliminarYo creo que son un poco como cebollas, las corazas son als capas de esas cebollas y nosotros el interior. No olemos mal, pero nos enclaustramos, debajo de cientos de capas. Y cuantas más te has puesto y agujereado en algún lugar para dejar entrar a alguien, más le cuesta al siguiente agujerearlas todas de nuevo (o encontrar sus agujeros previos) y llegar al centro.
De nuevo, gracias mil :+]