Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

martes, 8 de octubre de 2013

Pepinillos

Madurar es dejar de quitarles el pepinillo a las hamburguesas. Que sea verde no quiere decir que sepa mal. Mira si no las aceitunas y el aguacate.


El envoltorio decía "MANTEQUILLA" pero al abrirlo sabía y olía a margarina. Qué quieres que te diga. Podría invertir mi preciado tiempo en explicarte las diferencias entre mantequilla y margarina. En contarte por qué mis galletas no van a estar tan buenas por no llevar mantequilla. Pero, sinceramente, si eres el tipo de persona a la que le da igual o que no es capaz de distinguir mantequilla de margarina, no creo que me merezca la pena el esfuerzo.

Quisiera hablar de profundidades. Abismos y fosas oceánicas o lo que quiera que pienses los domingos antes de irte a dormir. ¿O debo decir en quienquiera que pienses? Lo divertido de leer a Asimov es ver puestos "en práctica" los conocimientos que vas adquiriendo a lo largo de la carrera. La carrera de correr, la carrera de la media o la carrera del futuro. La media de los estudiantes de carreras es X. La carrera más mediática es Y. ¿Podemos pasar ya a las preguntas personales sin que nadie se sienta ofendido?

Y si te sientes mal, siéntate mejor. Derecho. Izquierda. Izquierda, derecha, izquierda. Un, dos, tres, cuatro. Con el un, dos, tres, cuatro. ¿Cuán divertido es que le salga a un profesor un pareado sin haberlo preparado?

Me he percatado de que al bajar del autobús suelo pensar tristezas o enfados durante toda una calle que es cuesta abajo. Pero al llegar abajo del todo, y volver la esquina, se me pasan el cansancio y los enfados y sólo puedo pensar en lo tonta que fui hace 5 metros. Y me repito una y otra vez. Como los ciclos del sistema operativo más básico.

Unos zapatos básicos en el armario de cualquier mujer de bien son unos salones negros. Sin peep-toe, que no queremos que un dedo vea más que los demás. ¿Llegaremos algún día a poblar Marte? ¿Y qué habrá sido de Gladia? ¿Cuántos amigos no habremos hecho por hablar del tiempo en lugar de preguntar por la causa de las lágrimas?

EL TIEMPO. ¡Hablemos del tiempo! ¡A todas horas! Pero hablemos de lo rápido que pasa cuando te pierdes contemplando el contorno de una boca o del curioso efecto del tiempo que no pasa cuando el profesor es pesado o la asignatura aburrida. Hablemos del espacio-tiempo y preguntémonos en qué tiempo pasado nos hubiera gustado (o no) vivir. Hablemos de cómo creemos que será el futuro, el tiempo en el futuro. Pero nada de lluvias ni de nieve. Nada de sol y sombra o tifones. Dejemos el clima al presente y centrémonos en una de las invenciones humanas favoritas del hombre: el tiempo y su paso.

Algunas canciones son adagios y pienso en todas las personas que se han muerto y que yo conocí en vida. Miro las estrellas y tardo media hora en recorrer 600 metros. Otras veces son alegros y recorro esa misma distancia en 3 minutos porque tengo muchas ganas de llegar. Llegar. LLEGAR.

Es importante diferenciar querer irse de querer llegar. Querer sentir la velocidad bajo tus pies y el mundo alejándose de querer estar parado en un destino. Saber qué destino quieres que tenga tu trayectoria. Tantas veces corremos y corremos y decimos que vamos con prisa y hacemos todo lo posible por alejarnos lo más rápido posible. Y no es hasta que estamos montados en el tren viendo el pasado alejarse y pensando en todo o en nada, que nos damos cuenta de que nuestro objetivo era huir sin destino de un presente doloroso o de un pasado cruel. Ah, pero, ¿qué hay de cuando sabemos que queremos llegar?

Saber dónde quieres llegar es lo mejor que puede pasarte. Saberlo a ciencia cierta, no como excusa para huir, no como destino fortuito o temporal para solucionar el presente o excusar la huida. Llegar y permanecer.

Permanecer, pertenecer. Ser y estar. Qué de verbos. A mí no suele gustarme demasiado permanecer. Me gusta ser y me suelo conformar con estar, un tiempo, en un lugar equis. Permanecer.

Recuerdo que un día permanecí tres meses en una mirada antes de darme cuenta de que lo que me gustaba mirar era la idea y no los ojos. Tres meses quitándoles el pepinillo a las hamburguesas. Recuerdo que un día creía que querer una idea de algo era lo mismo que directamente querer algo. Luego me fui, maduré. Empecé a comer las hamburguesas con pepinillo y descubrí que no basta con querer querer, que la mayoría de las veces hay que querer de verdad. (Elíjase la acepción de querer que más guste).

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