Como un mueble de Ikea

-A veces me siento como... como uno de esos muebles raros, que vienen sin montar y tienes que montártelos tú solo.

-¿Como un mueble de Ikea?

-Sí, por ejemplo. O como uno de esos mecanos con instrucciones. Que te pasas tres horas montando para descubrir al terminar que te sobró un tornillo. A veces pienso que me falta un tornillo, pero de fábrica. Bueno, de nacimiento. Que los médicos me quitaron algo y no lo devolvieron. Les sobró, no sé, un trocito de cartílago de la oreja, un poco de hígado tal vez, quizás un trozo de apéndice; y que les dio pereza tener que desmontarme y volverme a montar sólo para meter ese cachito. Que a mis padres se les olvidó poner una pieza al montarme, y estaban tan ensimismados que cuando se dieron cuenta yo ya había crecido mucho.

-Ajá...

-Sí, como el castillo de la bruja malvada de Lego, que siempre me sobraba una pieza pequeñita y transparente que no debía sobrar. Y nunca supe dónde debía ir. Y siempre que lo montaba me ponía triste, porque al castillo le faltaba una pieza y yo no sabía dónde iba.

- Entiendo...

-Debes pensar que estoy loco... Ya me callo...

-No, habla. No eres demasiado normal, para qué engañarnos, pero me gustan tus ideas. Nadie nunca se había comparado con un mueble de Ikea. Mucho menos con el castillo de la bruja malvada de Lego, que ni siquiera sé cómo era. Pero bueno, no creo que estés loco. Al menos no del todo.

-Y si te digo que tú eres mi tuerca, mi tornillo sobrante, mi pieza pequeña y transparente, ¿entonces sí piensas que estoy loco?