Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

martes, 18 de junio de 2013

Breve paréntesis en español.

Estaba borrando comentarios de Spam, que por algún motivo no dejan de aparecer en la entrada "Formas de transmitir calor", y estaba pensando en la de formas que hay de hacerme feliz. La de pequeñas cosas que me hacen feliz.


Lo reconozco, acababa de ver una foto de un diamante hecho con alambre y sólo había pensado en hacer uno y regalárselo a una persona. Un diamante (esté o no hecho de carbono con un orden perfecto) es un diamante. (Y un perro es un perro. Y un coche es un coche. Y...). Y entonces me di cuenta de que verdaderamente soy una enamorada de los detalles. Será porque otra vez estoy leyendo basura. De esa basura que a mí me gusta: los libros que te enganchan y que agudizan tu ingenio hasta el punto de arreglártelas para leerlos incluso mientras te lavas los dientes. De esos que lees mientras el agua de la ducha se calienta y los sueltas sólo un minuto para ducharte. Porque aunque está sonando una canción preciosa que te has puesto para aligerar el peso de la separación (momentánea) de tu libro, mientras metes un pie en la bañera imaginas lo fantástico que sería tener una pantalla en la pared y poder seguir leyendo ahí. 

Que la higiene es importante, lo sé. Pero sólo piensas en que Hazel tiene cáncer y en lo afortunada que tú eres por no tener cáncer. 

Pero al mismo tiempo pasas mucho tiempo sin leer cuando logras dejar de leer. Porque sabes que no se ha escrito la segunda parte. Que puede que no exista segunda parte. Y no llevas ni cien páginas y ya estás profundamente enamorada de todos los personajes. Y es que no siquiera hay un "malo" oficial a quien poder odiar cuando todo acabe. Aquí la mala es la vida, o el cáncer. Supongo. Pero no te puedes enfadar con nadie porque alguien a quien quieres tenga cáncer. Y quieres alargar al máximo el fin del libro que te tiene enganchada y en que no dejas de pensar ni mientras hablas con alguien. Y ojalá ese alguien se lo haya leído también y podáis pasar horas hablando sobre la metástasis y criticándolo todo.

Y a cualquiera le hace feliz que le regalen un diamante. Pero no es el diamante lo que hace feliz, es la idea de que alguien vea algo y piense en ti. Yo no quiero un diamante, me gustaría que me regalaran el diamante de alambre que he visto. Un diamante típico, bueno, realmente no me haría feliz. No soy del todo partidaria de los regalos que te hacen someterse a su voluntad. Prefiero un diamante de alambre, así que eso es lo que voy a hacer y regalar a varias personas. Personas que se merecen un diamante y que entenderán que les estás regalando un diamante, y que preferirán la hora pasada cosiendo y peleándote con los alicates antes que un diamante "de verdad". Por eso me gusta hacer tartas.

No soy partidaria de regalos grandes porque me siento insegura. Yo tenía un alcatel y me regalaron un iPhone. Y es fantástico porque puedo escribir esta entrada mientras escucho música y doy un paseo por el centro. O puedo dictar esta entrada mientras miro las nubes. Pero ahora, si estoy sola de noche, no pienso en mi integridad física, sino más bien en si debería correr o esconder el teléfono en caso de atraco. 

Antes jamás me ocurría eso. Paseaba con mi alcatel con politonos casi con ganas de que alguien me atracara y tener que enseñarle el teléfono, que sintiera pena y me dejara marchar sin problemas. 

Y entonces me ha llegado un email, un comentario. Después de los 50 que habré recibido en el último mes (casi todos spam, como ya dije), no sentí emoción alguna al verlo. Fui a mi mail y ya iba a borrarlo después de ver que, de nuevo era spam, cuando me di cuenta de que no era spam. Era un comentario de un anónimo. 

Para serte sincera, siempre me ha encantado recibir comentarios y, más aún, que los anónimos se descubran. Han pasado muchos anónimos por mi blog (o tal vez uno muchas veces), conocidos en persona o conocidos en internet. Incluso a veces totales extraños. Pero hoy, al ver a este nuevo anónimo, después de pensar en contestar un "¿quién eres?" final, he pensado que realmente puede que dé igual. Puede que no importe en absoluto que yo sepa o no quién ha escrito tal comentario. Porque su comentario me ha hecho sonreír hoy, y dejar de lado un libro maravilloso por unos minutos para escribir esta entrada. Y con eso, por hoy, basta. 

Dicho lo cual, muchas gracias a ti, quienquiera que seas, anónimo o no, por leerme. Y también gracias por dejar tu "feedback", hoy me has hecho sonreír.

Y ahora debo irme. Porque el Pharaxniphol o algo así no sé si le va a dar a Hazel 3 meses o diez años de vida. Y necesito saber qué pasó con el Hámster de Anna. 

2 comentarios:

  1. Firmaría como "anónimo" sólo para que te hiciera ilusión. No había pensado en spam, pero debe ser una lata estar borrando comentarios en vez de poder leer tu libro. Aunque, a veces, cuando se está abducida por la lectura es casi mejor que haya obligaciones que te fuercen a dejarlo porque si no, se olvidaría una de comer y de dormir (yo también soy libroadicta). Me encanta cuando pones tus dibujos (pienso en la pera). Son muy originales y divertidos. Gracias por mantener el blog a pesar de todo...

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    1. Oh, pero lo que me hace ilusión de los anónimos es luego saber quiénes son. Nunca dejará de asombrarme que "totales desconocidos" se interesen por lo que yo cuento de tanto en tanto. Todos los comentarios me hacen mucha ilusión.

      Dímelo a mí, me olvidé de dormir esta noche y creo que me voy a acostar hoy ya. Terminé el libro, eso sí, pero dormir cinco horas no debe ser bueno...

      Gracias a ti por seguir leyéndome :+]

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