Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

domingo, 11 de noviembre de 2012

Cuántos cuantos cuento que cuento.

Supongamos una vaca esférica de radio 1 m entonces, ¿cuánto me quieres?

-Te quiero tres. No uno ni dos, sino tres.

Cuanticémoslo todo: la energía, la felicidad, el amor. Cuanticemos la bondad y hablemos de personas buenas 145 y buenas sólo 4. Cuanticemos el tiempo, discreticemos los momentos más indiscretos que hayamos vivido y asumamos que sólo se puede vivir un número discreto de días, ni uno más ni uno menos. Las horas, los minutos, los segundos... Esos para otros. Cuanticemos los abrazos y rompamos el continuo de las miradas intensas según el número de escalofríos que hayan logrado producir.

Contemos. Contemos con alguien, contemos las estrellas, contemos los lunares de una espalda y contemos, sin lugar a dudas, los días que quedan para irnos de vacaciones (28, como Febrero). Contemos del uno al diez y aprendamos a contar sin la ayuda de los dedos. Contemos un cuento diferente cada noche, una nueva historia a nuestros oídos, reinventando la realidad para que no duela. Contemos mentiras y contemos que no contamos, que cuentan mentiras. Contemos, contemos y contemos. Y que cuenten lo que quieran.

Cuanticemos la energía en el número de horas que tengo que dormir para mañana tener ojos para algo más que una sonrisa (¿tu sonrisa?). En el número de parpadeos que podré hacer si desayuno manzana o lo tersa que estará mi tripa si paso a alimentarme exclusivamente de Special K. En el número de paseos que uno podrá dar si ha comido macarrones con tomate. En el número de veces que apagarás la alarma antes de irte a dormir.

Cuanticemos la felicidad. Lo primero, querer ser feliz. A partir de ahí, un nivel neutro. Llámemoslo la felicidad del despertar, en unos mayor y en otros menor. Pero más o menos constante a lo largo de la vida. Mi felicidad del despertar es alta. Acostumbro a salir de mi alcoba con ganas de enfrentar un nuevo día. Y ganar. Y a partir de ahí, cada momento proporcionará un salto a mayor o menor energía. Siempre cuantizada, siempre con discreción. Siempre cuantizable. La energía viene en pequeños paquetes o cuantos. ¿Cuántos cuantos? Quién sabe. ¿5 cuantos es muy contento? Yo diría que basta un gran cuanto al día, o tres pequeños para llegar a niveles aceptables de felicidad a la hora de dormir. Porque, igual que se gana felicidad, también se pierde. Es curioso que la felicidad se gane y se pierda de golpe, en cuantos, mientras que la tristeza parece que nunca se difumina. ¿Cómo? ¿Acaso nunca te has preocupado por algo que sucedió hace demasiado o, incluso, por algo que jamás había sucedido? ¿Acaso no persistes en tu empeño de ser infeliz incluso después de haber solucionado el supuesto problema, sólo porque 'Es que, si hubiera sucedido X...'? Para ser feliz es importante querer ser feliz. Algún día el mundo entenderá que no es tan obvio esto que afirmo a horas intempestivas y que entendí cual revelación divina a las tantas de la mañana de un martes lluvioso cualesquiera. Y tantas otras cosas. Y cuántos otros cuantos. Para ser delgado hay que querer ser delgado...

Pero no me desvío. Cuantizada como está la felicidad, la energía, la bondad, la edad, el tiempo, ¿cómo no iba a estarlo el amor?

Querer tres es querer mucho. Y no porque yo me haya sacado de la manga la teoría de la cuantización de 'EL TODO' y haya asumido que 3 es un gran valor para la cuantización del amor, nada más lejos de la verdad. Todas estas afirmaciones provienen de un minucioso estudio realizado sobre una muestra poblacional de unos 500 individuos, el total de personas con que puedo interaccionar de una y otra forma.

Y es que, dime, ¿qué puede haber más romántico que un 'te quiero 3'? Yo me casaría con el hombre que me lo dijera, pero el romanticismo en el mundo está perdido. Ahora la gente manda 'POEMA CHRISTIAN Y JESSI AL 5555' y ahí acaba todo. ¿Lo peor? Lo peor es que me temo que ¡les gusta lo que el 5555 les envía a sus respectivos teléfonos! El amor está cuantizado en el número de horas del día en que no pienso en ti, en el número de horas que pasaría perdiéndome en el abismo de tus ojos y en el número de veces que tendría que decir las palabras prohibidas para sentirme verdaderamente a gusto. Cuantizado porque un paseo suma 7 y dos tardes de sinsentidos diversos (que no tienen por qué ser divergentes) tan sólo 4 cada una.

Es divertido que con 'EL AMOR' pase algo parecido a lo que pasa con la felicidad, ¿no? Que para poder ser querido uno primero tiene que QUERER ser querido. Qué razón tuvo 'Anónimo' cuando dijo eso de 'Querer es poder'. Aunque no me guste pasarme a la moda de las mayúsculas para resaltar las palabras que quiero enfatizar (o para enfatizar las palabras que quiero resaltar) no puedo hacer otra cosa. El amor se me antoja demasiado abstracto y conceptualmente vasto (que no basto, al menos no siempre) como para escribirlo en minúsculas y sin entrecomillar, menos todavía en mi primera mención.

Verdaderamente, menudo concepto, ¿eh? EL AMOR. ¿Qué es? Yo me pongo muy filosófica cuando hablo de conceptos tan generales, pero mis teorías sobre eso que otros llaman amor ya os las contaré otro día, hoy debo centrarme en su carácter discreto.

Discreto en cuanto a no ser continuo, porque menudos son algunos por la calle, ¿verdad? Y sin salir a la calle también. A veces encuentro tales indiscreciones que tengo que pararme a pensar si verdaderamente está cuantizado o si con el paso del tiempo ha ido perdiendo su carácter discreto. ¿Los besos son discretos? ¿Sí? ¿Y cuando han pasado 3 minutos y la susodicha (o no) pareja sigue en proceso? Es todo bastante complejo, probablemente sea que he bebido champán y ya tengo una edad como para excederme con los excesos.

El ganchillo, sin embargo, no está cuantizado. Uno puede hacer una bufanda discreta, con carácter continuo. O un peluche de pingüino con dos ojos, pero tripa indiscreta.  Las tartas también son indiscretas. Capas de fondant, bizcocho, ganaches, glacé, frosting. Y lacasitos. Que nunca falten.

Te cuento que cuento los cuentos y los cuantos. Y te cuento cuántos cuantos cuento en cada cuento que cuento. Y todo sin moverme de la cama, sin salir del edredón, sin pensar ni un sólo instante en qué diantres estoy escribiendo. ¿Qué me dices? ¿Cuento (contigo)?

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