Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

lunes, 1 de agosto de 2011

Él

Estaba ciego como una tapia, pero no tan loco como los que aseguran que las tapias están sordas. Y es que las tapias, como buenas paredes, escuchan lo que se dice, conocen tus secretos y saben por quién lloras. Él no lloraba por ella, o al menos eso era lo que repetía a diario. Lo que se repetía a diario. Las paredes sabían que se estaba engañando a sí mismo, pero como son mudas no podían decírselo.
Ella no sabía eso. Ahora vivía en un rascacielos, con paredes modernas que no hablan con otras que no estén en un rascacielos. Paredes que no se dignan a transmitirle el mensaje de los muros de la casa de él.
Él lloraba los martes, porque le recordaban a ella. Los martes porque fue un martes el día que le dejó ciego. Y fue otro martes el día que le dejó de nuevo soltero. Pero no lloraba todo el rato. Solían ser lágrimas internas, de las que sólo uno ve. Lágrimas ácidas, que se acumulan en el corazón sin llegar a ser vertidas. De esas que, si no se vierten en algún hombro amigo, acabarán desbordándose en un manantial incontrolable de amargura en el momento menos pensado.
Salía a pasear, con sus Ray-Ban bien puestas. ¨Para protegerse del sol¨o más bien por si ella se colaba en sus ojos. Porque los ciegos no ven, pero sí sienten y, a su manera, pueden ¨ver¨. Ella desapareció un 3 de julio. Muy pronto, según él. Ella aseguraba que era muy tarde, que se tenía que ir.
Se conocieron como se conocen las personas, en un lugar cualquiera, fruto de una casualidad o no tan casualidad del destino. Estaban hechos el uno para el otro, según aseguraban todos sus conocidos, pero el tiempo les demostró que no era así.
Él vestía con estilo, con estilo propio. Solía ponerse pantalón y camisa, con la camisa por dentro, que su madre le había enseñado modales de pequeño. En invierno usaba jersey y abrigo. Gabardina para los días de lluvia. Y paseaba su paraguas si pensaba que iba a llover. La cartera era de cuero. Ella sigue en su cartera, y creo que pasarán unos años hasta que decida marcharse o él la saque voluntariamente.
Era castaño. Con los ojos azules. Claro que, desde ese 3 de julio pocos habían tenido ocasión de ver sus ojos. Ahora lloraba con los recuerdos con que antes solía reír. Es lo que tienen los cambios y los fines. Cambian el significado de las cosas. Cambian nuestra concepción de las cosas. Su nariz era recta, como las que se ponen los famosos que se operan en clínicas de prestigio. Y su piel solía estar tostada gracias a los largos paseos que daba con ella. No es que ahora se encerrara en su habitación, sólo se encerraba en sí mismo, pero el resultado era pasear menos, es decir, tener la piel más clara.
Siempre había querido envejecer para convertirse en uno de esos ancianos distinguidos con reloj de bolsillo y bastón. Uno de esos abuelitos entrañables que sientan en sus piernas a sus nietos y les cuentan historias que nunca olvidarán. Creyó que con ella todos esos sueños se harían realidad.
Solía tocar el piano por las mañanas, le gustaba despertar a los demás con una bonita melodía. Tenía dos hermanas y un hermano. Pero eso ya qué más da. En Navidades volvía a casa, como el turrón, trayendo consigo una sonrisa imborrable y un Panettone recién hecho. Le gustaba leer, la música y el cine. Tenía gustos corrientes, pero siempre se consideró atípico. Supongo que nos pasa a todos, ¿no?  Nos gusta saber que tenemos algo que, por pequeño que sea, nos diferencia de todos. Algo que nos hace únicos. Algo que nos asegura que no somos ni seremos sustituibles.
La mañana del accidente ella se había echado un poco más de colonia de lo que solía. Aunque, probablemente, esto no tuviera nada que ver con el camión que se les abalanzó. Iban hablando de lo que harían ese verano, cogidos de la mano como dos adolescentes enamorados.
Un trozo de metal cambió su vida. Un trozo de metal rasgó su córnea y le dejó ciego como una tapia. Un trozo de metal le separó del que, según todos, era el amor de su vida. Un trozo de metal y una serie de coincidencias que le hicieron ser la víctima de ese fatal accidente.
Ella salió ilesa. Dentro de lo que cabe. Tuvo fracturas en el cuello y perdió mucho tiempo en el hospital, pero él perdió más. Perdió la visión. Y la perdió a ella. A cambio sólo recibió algún que otro ramo de flores y dinero del seguro. Tarde, mal y nunca.
Pero no fue el accidente lo que cambió su gesto. Fue ese 3 de julio. Fue su marcha. Fue su ¨tenemos que hablar¨. Fueron sus ¨se acabó¨. Fue sentirla salir por la puerta, sin poder ver siquiera si se giró una última vez tras decir adiós.
Él estaba ciego como una tapia desde aquel día. Y loco por ella desde que la conoció. Pero su verdadera locura comenzó mucho después. El 3 de julio.

5 comentarios:

  1. Nos gusta saber que tenemos algo que, por pequeño que sea, nos diferencia de todos. Algo que nos hace únicos. Algo que nos asegura que no somos ni seremos sustituibles. Gran frase y gran verdad. Es una de esas mentiras que nos contamos a nosotros mismos hasta que nos las creemos. Y una verdad, en el fondo, porque todos somos distintos, unos más que otros, y procuramos recalcar esa diferencia: al vestir, al ponerle nombre a la mascota, en los cuadros que colgamos en nuestras paredes y en la forma de saludar.
    Abrazos.

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  2. @Alawen: Muchas gracias :) Sí, todos somos diferentes, dentro de nuestra igualdad.

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  3. Has puesto que estaba ciego en la primera línea, y mientras leía he estado esperando que desvelases la metáfora hasta el final, cuando no me ha quedado más remedio que aceptar que no era una metáfora :( Y sin embargo, no es lo más trágico que le pasa Estoy con Alawen, gran frase. Sentir que eres único para alguien ayuda mucho, aunque en tu fuero interno no lo admitas.
    Por cierto, me recuerda a la peli Stranger than fiction, aunque realmente no tiene demasiado que ver :)

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  4. @Kailer: ¡gracias! Sí, es una forma de asegurarte que no te cambiarán, supongo. Pues sí, el chico se quedó ciego, literalmente. No me había planteado dejarle ciego metafóricamente. Y sobre la peli no la he visto, pero me la apunto que tus recomendaciones siempre me gustan :)

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  5. No es ningún Nobody ni nada de eso, es entretenida y tiene sus puntillos, sólo que le veo similitudes, pero no es de culto ni nada, a ver si luego te parece el muermazo supremo :)

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