Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

jueves, 30 de agosto de 2012

No quedan días de verano

Unos ojos que decían que sí no supieron ordenar a su boca que articulara las mismas palabras. Que sí, que te quiero, que no te vayas. Quédate. Quédate.
-Pues vete si es lo que quieres. A mí me da igual.
Sus ojos no salían de su asombro ¿de dónde habría sacado esa repentina capacidad de mentir? ¿Cómo podía querer que se fuera una de las personas más importantes de su vida?



No lloraré, no lloraré. No derramaré ni una gota más por un idiota de tal envergadura. Me iré, y será para no volver.
-Pues ya está. Decidido entonces. Se acabó. Espero que te vaya muy bien.
Ella recogía los cachitos de voz resquebrajada que se le habían caído bajo la cama mientras metía el móvil y unas medias rotas en el bolso. Sol radiante, al contrario que su empañada cara. A veces las cosas tristes no suceden los días de lluvia y, entonces, todo parece más irreal, más sacado de quicio. Todo nos resulta más digno de una pesadilla que de una cruda realidad. 

¿Se va? ¿Realmente se va? Él no se lo podía creer. No se lo quería creer. Empezó a recordar el primer día en que la vio. 'Una tonta más'. Ésa fue su primera impresión de la que ahora estaba rompiendo en pedacitos todos sus anhelos de futuro. Todo su futuro. No sabía qué hacer. No se atrevía a ir detrás de ella. Sólo era capaz de desear una y otra vez, bajito, para sí mismo, que todo aquello fuera un mal sueño, que al despertar volvieran a estar juntos en aquel hotel con flores en los balcones y una Italia por recorrer a sus pies. Quédate, por favor, lo arreglaremos. Sus ojos suplicaban unas palabras que el orgullo, el miedo o tal vez el nerviosismo atrancaba en su garganta sin posibilidad de salida.

Recoger tus pertenencias cuando ya las llevabas en una maleta para ir de viaje no es demasiado difícil. Menos aún si estás en un hotel y sólo tienes que revisar dos habitaciones, un armario y una mesilla de noche para cerciorarte de que no te dejas nada. Nada que no te quieras dejar. Al parecer él se quedaba ahí. Le bastó una mirada por la habitación para darse cuenta de que ahí ya no había nada suyo, salvo la maleta. ¿Salvo él? Tal vez... 

No. Esta vez no habría segundas oportunidades. No habría llantos de 3 de la mañana ni disculpas que superaran la tasa de alcoholemia. No habría cajas de bombones ni palabras todavía más dulces que cambiaran su parecer. Se iba y debía ser firme en su decisión y en todo lo que ésta conllevara. Entró en el baño. Metió el cepillo de dientes en el neceser. La colonia y el rímmel gastado que tantos disgustos le había impedido llorar. Ojalá llevara rímmel ahora también. 

Qué vacío se queda el vaso de los cepillos de dientes cuando se queda sólo uno. Cuando se queda solo, uno. Una tilde, sólo un cepillo. Uno (su cepillo. Y él) que se queda solo. Ella estaba cerrando ya la maleta entre sollozos y él no había sabido decirle nada todavía. Se iba y él sólo podía pensar en lo vacío que se veía el vaso de los cepillos de dientes sin su cepillo azul. Le había dejado la pasta de dientes, pero se había llevado el peine. ¿Así terminaba todo? ¿Sólo tenían esas dos míseras pertenencias por repartir?

Si esto fuera una película, antes de que ella atravesara el umbral de la puerta él la habría abrazado y matado a besos. Primero le cogería el brazo y, cuando ella se volviera, la besaría hasta convencerla con recuerdos en forma de saliva de que podían arreglarlo, de que tenían que arreglarlo. De que se necesitaban. De que se querían. Si fuera una película verías cómo acababan ambos en la cama, felizmente abrazados tras varias horas de hacer las paces entre suspiros y sábanas sudadas. Pero ésto no es una película. 

Cerró la puerta con un último suspiro y se puso las gafas de camuflaje. Las gafas de sol que camuflan los estados de ánimo. La maleta pesaba diez kilos de más. Casi cuatro años de recuerdos de más. Parecía ayer el día en que le vio por primera vez. Parecía tan interesante. Luego habló con él y decidió que era un completo imbécil. Cómo habían cambiado las cosas. ¿Para mal? ¿Cuándo empezó todo a decaer? ¿Volverían a verse algún día?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los quarterbacks y animadoras del blog:

Vistas de página en total