Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

sábado, 16 de marzo de 2013

Sobre las decepciones y otros malos usos de la confianza

Una mujer con su perro pequeño. Está parada en un pequeño cruce de peatones que da a una calle por la que apenas pasan coches. El perro está felizmente haciendo caca. Pasan unas chicas a su lado y comentan lo maleducada que es la señora por dejarle defecar en medio de un cruce de peatones.
Llego a la altura de la señora y le dice a su pequeño perro 'Espera, hijo, a ver si encuentro la bolsa para recogerlo'. El perrito parecía dispuesto a irse. Te prometo que yo estaba terriblemente feliz de ver a alguien cumplir correctamente sus deberes de dueño. Pero entonces recordé los comentarios peyorativos de las chicas con que me había cruzado metro y medio antes. Y me dije que existía la ínfima posibilidad de que la señora no tuviera intención alguna de recoger su caca (la de su perro, al fin y al cabo, si el perro le pertenece, los excrementos del perro también han de ser de su propiedad). Que puede que sólo lo hubiera dicho delante de mí para que pasara de largo y no la regañara.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Probablemente no debería haberme vuelto. Pero me volví. Decepción total, la señora que me había resultado adorable dos metros más atrás ha dejado la caca de su perro olvidad sin miramiento alguno y me ha engañado. Ahora me parece vil y retorcida. Y lo peor es que siento mi confianza traicionada. ¿Qué hago yo confiando en las palabras de una total extraña? Ni yo lo sé. 



Bajo del autobús y tengo que cruzar un paso de peatones en que no hay semáforos. Tal y como yo lo entiendo, los coches han de pararse cuando va a pasar un peatón. Los que vienen en la misma dirección que el autobús suelen hacerlo, más que nada porque hay un autobús en su camino. Los que vienen en dirección contraria más de una ve han estado a punto de atropellarme. 

Sinceramente, el hecho de que estuvieran a punto de atropellarme me es relativamente indiferente (es decir, me es indiferente porque aún no me han atropellado, pero supongo que si un día lo hicieran ya no me resultaría indiferente). A mí lo que me duele todas las noches son los que vienen lanzados, me ven 50 metros antes, no paran, no hacen nada por parar, aceleran y luego ni me piden perdón.

Me siento ultrajada. Me siento invisible. Y sobre todo me siento decepcionada. Otra vez estoy dándoles a completos (cretinos) desconocidos la posibilidad de decepcionarme. Y, ojo, yo sé que no debería. Que luego una sufre y el sufrimiento innecesario es conveniente evitarlo. Pero soy incapaz. Me sale solo. Confío en que me van a dejar pasar.



Se acerca, le faltan todos los dientes desde los colmillos (sin incluir) hacia atrás. Tiene el pelo sucio, está algo gorda y mal vestida. Lleva un carro de la compra que parece estar vacío. Me cuenta (a mí y a una amiga) que viene de un refugio de madres coraje, que es una mujer maltratada. Que ojalá nunca tengamos que pasar por eso. Le miro la cara y sólo veo granos fosilizados y restos de malos recuerdos. 'Menos mal, pienso, ya no le pega nadie'. Dice que su hija tiene leucemia y que ella no viene a pedirnos dinero. Pero que necesita alimentar a su hija. Que la chica de ahí detrás y otra amiga suya le han dado tres euros y ha podido comprar algo de leche para su otra hija, pero que necesita dinero para cereales. Quiere cereales para su hija pequeña. O para la que tiene leucemia, después de que me toque los pendientes tres veces no estoy muy segura. Que si no nos fiamos podemos acompañarla al supermercado y comprarlo con ella. Que se nota que no somos unas pijas de mierda, que si fuéramos unas pijas de mierda ns hubiéramos alejado de ella cuando se acercó. Destaca mi sonrisa 'profident' y mis preciosos pendientes. A mi amiga, encapuchada, le dice caperucita verde y le toca la capucha.

Para serte sincera, en cuanto la vi acercarse (más por instinto o por prejuicios que otra cosa) guardé rápidamente el móvil en el bolsillo del abrigo, vi que no había nadie que pudiera robarme por detrás (al menos no sin que yo me diera cuenta) y entonces ya, más relajada, me dispuse a escucharla. Le di dinero completamente convencida de que era una mujer maltratada con dos hijas, una de ellas con leucemia.

Ahora que leo la historia por escrito pienso que tal vez tenga razón mi amiga, mi madre, otro amigo... Que nos ha timado. Que a nadie le puede ir tan mal en la vida (eso me dijo mi amiga en cuanto nos separamos de ella). Yo no quería creerlo. A mí me había convencido. Ahora pienso que probablemente a las mujeres de centros de mujeres maltratadas las alimentan ahí, y a sus hijas también. Con lo que no tendría sentido que ella mendigara de esa forma. Que realmente dudo que su hija tenga leucemia, cuando lo único que ella ha querido son cereales y leche para la pequeña. En el fondo me he sentido un poco aliviada de haber confiado en ella y haberle dado dinero sin decirle que yo iba con ella a comprar  Puede que entonces hubiera querido llevarse el supermercado entero y que yo lo pagara. Porque ya que estamos...

Y yo no sé qué es peor. El haberla creído al principio. El haber dejado de creerla. Aún pienso que puede que dijera la verdad. Al menos en parte. Realmente espero que el dinero haya servido para darle cereales ricos a una niña pequeña y no para comprar qué se yo ¿droga?



Es que, 'menuda mierda, joder, tío. Es un canteo.' El hombre es un lobo para el hombre. Rousseau era un idiota, el ser humano no es bueno por naturaleza. No hay que confiar jamás en nadie. La vida es una mierda y las personas una mierda aún mayor.

¿Seguro?

No, realmente no creo nada del párrafo anterior. El ser humano es maravilloso. Y todo aquel que alguna vez me haya decepcionado debería sentirse orgulloso. Y si tú alguna vez te has sentido decepcionado (por un extraño o por un no-tan-extraño), también has de estar contento. Porque para que alguien te decepcione has de confiar en él, de esperar de él. Así que si tantas personas me decepcionan sólo es porque espero mucho de ellas. Más de lo que recibo. Y no puedo evitar seguir esperando siempre. Pero eso no es malo, significa que no he perdido las esperanzas en las personas. La fe en la humanidad. Significa que seguimos queriendo a la raza humana, con todos sus defectos.

Pero no importa que la gente se cuele en el supermercado o en la cola del autobús. Ni que me haya dejado engañar o que haya personas que entren una hora tarde a una conferencia que debe durar hora y media. No importa que haya pisado cuatro cacas de perro en menos de un mes ni que hayan estado a punto de atropellarme 9 veces desde que empezó febrero. Nada de eso importa porque hoy la Luna me está sonriendo y al volver a casa sólo puedo pensar en que hoy no tengo que ponerme alarmas por primera vez en mucho tiempo. Mañana saldrá el sol y yo podré escuchar Pink Floyd mientras estudio la evolución de coliformes en un depósito de aguas fecales. Y no importa porque he cenado quesadillas y aún puedo tomar una caña de chocolate de vez en cuando si me apetece. 

No, nada de eso es importante. No hay motivos para la tristeza. Al menos no motivos suficientes. Y, realmente, no importa porque me he dado cuenta de que no estoy feliz. SOY feliz.


PD: ya sabéis: Ser o estar, ésa es la cuestión.

Cada día (e)s(t)oy más feliz.

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